viernes, 7 de septiembre de 2018

Codicia en Extremo y el Colapso de la Ética: Signo de los Tiempos en los Inicios del Siglo XXI


Por Ricardo Guillermo Gállego

El apóstol Pablo hace una descripción turbadora, vívida y muy alarmante de las características del ser humano de los “últimos”  tiempos, y le dice a Timoteo. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de los bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negaran la eficacia de ella; a éstos evita…” (2Ti. 3:1-5).

Quiero aclarar que no me identifico teológicamente con algunas posturas premilenaristas y dispensacionalistas  que se desarrollaron principalmente a fines del siglo XIX y principios del XX (y que prevalecen hasta el día de hoy en denominaciones cristianas de ese corte), sobre todo por teólogos como John Nelson Darby y Cyrus I. Scofield, y otros fundamentalistas cristianos que, como sabemos, privilegian una lectura literal de la Biblia; y pareciera que me alineo con ellos en sus interpretaciones al citar el pasaje arriba mencionado y que estoy por disertar sobre “el fin de los tiempos”, según su peculiar doctrina de la “séptima dispensación” que tiene que ver con el “Reino Milenial”. No es así, como explicaré en el desarrollo de este ensayo.

De hecho, los sujetos retratados por Pablo pudiéramos identificarlos, en estos inicios del siglo XXI, con muchos personajes que conocemos en la actualidad. Aunque también con cientos de miles que en el transcurso de la historia de la humanidad se les equiparan. Podemos decir, con John Saxe-Fernández (La Jornada, 21 diciembre 2017), que el 2017 fue un Annus Horribilis, y que este 2018 y los años que sigan continuarán esa tendencia; y lamentablemente lo más seguro es que  “vendrán tiempos peligrosos”…más peligrosos, con esperpentos, por ejemplo, como Donald Trump. De los adjetivos listados por Pablo, ¿le quedarán al actual ocupante de la Casa Blanca epítetos como impetuoso, infatuado, cruel, vanaglorioso, soberbio, calumniador?


Así, con esas características y otras más terribles, los sucesos del pasado nos cuentan las atrocidades cometidas por Calígula y Nerón, contemporáneos de Pablo, los clérigos de la “Santa” Inquisición, Stalin, Hitler y su horda de nazis genocidas, el sionismo, el franquismo, el Estado Islámico…y más cercanos en tiempo con nuestra realidad mexicana y latinoamericana: Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Pinochet, Videla, y muchos más asesinos y criminales anónimos y conocidos en el recorrido  humano sobre la tierra.

No es el propósito de este escrito hacer una lista exhaustiva de esa sangrienta línea del tiempo y sus perpetradores. Es evidente que estos hombres descritos por Pablo no sólo aparecerían en los “postreros días”. Han estado presentes en cada momento de la Historia de la Humanidad.

Sin embargo, ¿qué hace diferente  a estos tiempos, estos inicios del siglo XXI, en relación a todo ese periplo macabro apenas esbozado en estos renglones, y con la advertencia de Pablo a Timoteo en los versículos  arriba mencionados?

Propongo que la diferencia es la codicia…en extremo. Pero también la codicia, y en extremo, ha estado insertada en lo profundo  del corazón y la mente de los seres humanos desde siempre. ¿Entonces?

 La Codicia en extremo

En la definición de “codicia” está implícita su característica “extrema” por el deseo desmedido, excesivo, de bienes y riquezas.  Pero para los propósitos de este artículo, uso el término “extremo” para señalar la situación límite a la que puede empujar la codicia a la humanidad en estos inicios del siglo XXI.

El jesuita brasileño Elio Gasda, al final de la primera jornada del III Congreso Continental de Teología Latinoamericana y Caribeña, organizado por Amerindia y la Maestría en Teología Latinoamericana de la UCA que se realizó en El Salvador entre el 30 de agosto y el 2 de septiembre de 2018, resalta el carácter “extremo” de algunas de las amenazas de estos tiempos.

En su intervención ofreció diez claves para comprender la coyuntura latinoamericana y caribeña, que claramente se pueden hacer extensivas a nivel mundial. En cinco de sus diez claves menciona la palabra “extremo” en los títulos de cada punto: “Capitalismo de extremos”,  “Sociedad-mercado llevada al extremo”,  “Desigualdad extrema”, “Explotación extrema del trabajo” y  “Estado de excepción extrema impuesto a los pobres”.

Gasda resume estos puntos de esta manera: “La sociedad de mercado lleva al extremo y el capital financiero controla el poder. De este modo, existe una concentración extrema del capital y, por tanto, una desigualdad extrema. Los extremos también ser reflejan en la explotación extrema del trabajo, en la corrupción extrema de la justicia y en el Estado de excepción extremo impuesto a los pobres”.

El elemento de la codicia en sus planteamientos está sobreentendido cuando cita Evangelli Gaudium:Se instaura una nueva tiranía invisible que impone de forma implacable sus leyes. Los intereses del mercado divinizado se transforman en regla absoluta’ (EG, 54)”. También cuando dice: “Característica central del capitalismo es la concentración de riquezas. La distancia entre ricos y pobres está llegando a nuevos extremos. Sólo ocho hombres tienen la misma riqueza que 3.600 millones de personas”.

Además señala el carácter  cruel e inhumano de esta forma de acumulación: La criminalización de la pobreza refuerza el estigma de que estos individuos deben ser tratados como sin derechos. El Estado tiene carta blanca para ejercer su brutalidad, practicar la tortura y la pena de muerte. La cultura del descarte es real”. (amerindiaenlared.org, 30/08/2018)

La escritora Patricia Posner en su libro “El farmacéutico de Auschwitz” (Editorial Planeta, 2017) narra la “historia del hombre más cruel del nazismo”, Víctor Capesius,  “quien hurgaba en los cadáveres de los judíos en busca de empastes de oro, y llevado por la codicia, arrastraba pesadas maletas del metal precioso extraído a miles de víctimas”. Este testimonio es sólo un botón de muestra en la larga lista de crímenes que vinculan la codicia con la brutalidad de regímenes y personas despiadadas en el transcurso de la historia.  En la mayoría de las ocasiones, la codicia puede impulsar a que se realicen vilezas para obtener aquello que se desea desmedidamente.

Por supuesto, en el nazismo había metas “más altas”. Eran conseguir el poder y el control total de sociedades y países, empezando por Europa. Pero también la limpieza étnica arrasando pueblos y personas, para los nazis,  “indeseables”, como gitanos, homosexuales y comunidades no arias, entre otras. El propósito de la “solución final” contra los judíos, no sólo era exterminarlos sino además expropiar sus bienes, y lo realizado por Víctor Capesius sólo ilustra uno de los diferentes métodos del nazismo, realizado por aquel con suma crueldad y llevado por su codicia, para hacerse de grandes cantidades de oro…al que le llamaron el “oro de la muerte”.

Según el activista y analista político uruguayo, Raúl Zibechi, a partir de la Segunda Guerra Mundial el objetivo bélico fue atacar núcleos poblacionales, a diferencia apenas de la Primera Guerra Mundial (y hacia atrás), donde las batallas principalmente eran entre ejércitos nacionales, relativamente lejos de las ciudades y pueblos. Zibechi dice que la propia lógica militar, ya más claramente descarada en la segunda mitad del siglo XX, es despejar el campo de población para hacerse con los bienes comunes. “Para despojar/robar, es necesario quitar del medio a esa gente tan molesta”.

En otras palabras, allegarse de la riqueza de los pueblos  haciendo uso del binomio codicia/brutalidad, como práctica “necesaria” de los detentadores (el 1 por ciento de la población) de las ganancias del  capitalismo por razón de su propia “sobrevivencia”, ergo, en detrimento y exterminio de todos los demás: nosotros/as, considerados “sobrantes”…descartables.

Zibechi titula su artículo “Acumulación por exterminio”  (La Jornada, 08 de julio 2016), y dice en uno de sus párrafos: El capitalismo no es una economía, es un sistema que incluye una economía capitalista. En su etapa actual, el modelo extractivo o de acumulación por robo no se reduce a una economía, sino a un sistema que funciona (desde las instituciones hasta la cultura) como una guerra contra los pueblos, como un modo de exterminio o de acumulación por exterminio”.

Como sabemos, no sólo los nazis llevaron a sus crueles extremos esta lógica de “acumulación por exterminio”, sino, trágicamente,  está sangrienta combinación codicia/brutalidad se está exacerbando también en estos inicios del siglo XXI. Bien podemos decir que el término “Acumulación”, y sobre todo acumulación por desposesión o despojo, utilizado, entre otros especialistas, por el geógrafo y antropólogo inglés David Harvey, se está generalizando en nuestros tiempos. ¿Qué es la acumulación sino codicia en extremo?

Por la codicia, definida por diccionarios simplemente como “deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes o riquezas” (y su resultado evidente, la acumulación),  la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés) en Estados Unidos no se inmuta ante los continuos episodios de violencia armada en centros escolares, iglesias y espacios diversos donde “locos”, con la posibilidad de comprar armas fácil y libremente, disparan y asesinan, a veces con motivos racistas, en otras sin ninguna razón, indiscriminadamente a hombres, mujeres, niños, ancianos y a quien tengan enfrente.

Ponen como pretexto la famosa “segunda enmienda”, con una antigüedad de más de 200 años, para afirmar que la Constitución de los Estados Unidos de América (E.U.A)  avala  que los ciudadanos norteamericanos posean armas para su legítima defensa. Es claro que resulta increíble que para “defenderse” puedan, sin mucho esfuerzo, adquirir armas de alto calibre, como metralletas, que disparan ráfagas de municiones… y  esto difícilmente se  justifica para uso de “legítima defensa”.

En las últimas y penosas masacres en noviembre de 2017 en una iglesia bautista de Texas, y en una escuela en Parkland, Florida, en febrero de este año, en el día del “Amor y la Amistad” para ser precisos, Donald Trump  volvió a escupir sus improperios aduciendo que la culpa es de los “locos” y no de las armas. No dice, por supuesto, que si los locos no pueden adquirir esas metralletas y rifles, y de alto poder, pudiera disminuir significativamente el número de sucesos mortales con armas de fuego. Insiste en ver el problema de los ataques armados a personas y grupos vulnerables como una situación casi exclusivamente de salud mental.  

De hecho, Trump “criticó a los legisladores por temer demasiado a la NRA” (La Jornada, 01 de marzo de 2018). Un dato puede confirmar, además de otras razones de “pesos”, porqué Trump defiende tanto a la NRA. Esta organización apoyó con 31 millones dólares la campaña presidencial del hombre anaranjado. Pero Trump no ha sido el único político estadounidense que se ha beneficiado de la industria de las armas. 

El sociólogo norteamericano James Petras comenta en un artículo titulado Economía política de las masacres: “Los dirigentes políticos utilizan la economía que se mueve alrededor de las armas para financiar sus campañas electorales. Los políticos ven con buenos ojos las guerras, la industria armamentística y las asociaciones pro-armas, con lo que perpetúan las condiciones para que se produzcan las masacres. (rebelión.org, 15 de marzo 2018)

Es incuestionable que detrás de esa negativa  a ultranza para modificar o atemperar las leyes sobre posesión de armas en el vecino del norte, es porque su venta es y seguirá siendo un jugoso negocio, no sólo para los fabricantes de armas, sino también para el gobierno norteamericano y la NRA: nunca querrán sacrificar sus ganancias, prefieren sacrificar a seres humanos.  En el mismo ensayo comentado líneas arriba,  James Petras lo denuncia de manera muy objetiva:Las armas que se utilizan en las masacres son un negocio muy lucrativo. Los fabricantes, vendedores al por mayor, vendedores al por menor y clubs de armas así como las instituciones policiales y militares prosperan en este mercado libre del asesinato”.

Y esto resulta tan claramente evidente, que después del mortal tiroteo a la escuela de Parkland, Donald Trump sugirió que se armaran a los maestros como una alternativa para “evitar” hechos sangrientos. Y rápidamente, en poco más de dos semanas, secundando esta propuesta y con tremenda insensibilidad, la respuesta del Senado de Florida fue que votó a favor de una medida para armar a algunos maestros, semanas después de que 17 personas murieran en el tiroteo más sangriento en una escuela en la historia de Estados Unidos” (La Jornada, 04 de marzo 2018). Y si van a armar a “algunos” maestros, “alguien” tendrá que comprar esas armas para “equiparlos”…el negocio se percibe atractivo…

Por tanto, la codicia determina  sus decisiones, caiga quien caiga, sin ningún tipo de escrúpulos, ni sentimiento de humanidad y compasión por las personas víctimas de crímenes arteros y fatales; manifestando algunas de las características señaladas por Pablo: avaros,  crueles, sin afecto natural, implacables, infatuados… Es cierto que no es sólo la codicia, el desmedido afán de poseer bienes y dinero  quien dicta sus cálculos, sino también, una especie de “instinto” de sobrevivencia, como ya hemos señalado, del sistema capitalista para seguir detentando poder y privilegios de clase.

La codicia y el neoliberalismo

A raíz de que en la década de los setenta del siglo pasado con la crisis del petróleo, y otras variables económicas negativas,  en aquellos días disminuyera el margen de ganancias de los grandes plutócratas, se empezaron a diseñar estrategias que pudieran devolverles sus estratosféricos diferenciales (¿por codicia?). Poco después, al inicio de los ochentas con Ronald Reagan en E.U.A y Margaret Thatcher en el Reino Unido, se profundizaron las privatizaciones, desregulaciones, el congelamiento de salarios, el declive del sindicalismo y otros sesgos financieros, que dieron por resultado a una nueva era que los economistas empezaron a llamar “neoliberalismo”.

Esta fase, a la que indistintamente algunos le nombran también como “capitalismo salvaje”, es lo que comienza a ser diferente de esta codicia a la que había existido siempre. Su exacerbación, su generalización y su ahondamiento…su mundialización.  Desde las primeras manifestaciones antiglobalización en Seattle, E.U.A, en 1999 hasta la fecha, el clamor popular es contra el crecimiento de la brecha entre pobres y ricos.

En la década del 2000, en las distintas manifestaciones altermundistas (término que según sus militantes explicaba mejor sus propuestas) que siguieron, se empezó a evidenciar que 1% de la población mundial se apropiaba del mayor porcentaje de riqueza, llamando la atención carteles de denuncia en las marchas y mítines que decían “somos  el 99% “.  

Durante todos estos años, desde los setenta, pero principalmente en los noventa, se estuvo preparando el terreno para la gran crisis financiera del 2007-2008. Como sabemos, esta debacle económica y financiera se debió principal, pero no únicamente, a las llamadas hipotecas subprime, o hipotecas basura. “Una hipoteca subprime es una modalidad crediticia que se caracteriza por tener un nivel de riesgo superior a otros préstamos que ofrecen las instituciones bancarias, ya que se dedican a otorgar créditos hipotecarios a personas que presentan un alto riesgo, por esa razón, las empresas subprime aseguran su inversión por medio de altos intereses o del embargo de la propiedad que implica la hipoteca” (www.finanzaspracticas.com.co).

Los funcionarios bancarios que se dedicaron alegremente, sobre todo en E.U.A.,  a otorgar créditos subprime  a personas con dudoso historial crediticio, sin ingresos estables o comprobables y  beneficiándose de las desregulaciones bancarias y financieras promovidas la década anterior, provocaron que surgiera un boom de esas hipotecas donde las ganancias, enormes, eran producto de los altos intereses que cobraban a los ingenuos y ambiciosos “favorecidos” de esos créditos que representaban hasta el 120 por ciento, dependiendo de la institución que los otorgaba,  del valor de las viviendas. El problema fue que cuando todas esas personas dejaron de pagar sus préstamos, simplemente porque vivían una ficción que contrastaba con la realidad de sus ingresos, se fue creando una burbuja que reventó en septiembre del 2008 con la quiebra del banco Lehman Brothers.

Por supuesto, en el tiempo del auge de esas operaciones financieras y bancarias, mucha gente sin escrúpulos se hizo millonaria a sabiendas de que dichos empréstitos  eran de alto riesgo: … y realmente no les importó. Pues en testimonios posteriores de los beneficiados con esas prácticas financieras,  simplemente, con todo el descaro del mundo, decían que era una forma de hacer negocio muy redituable donde el margen de ganancia era alto y de rápido retorno. Una transa-acción donde no perdían, pues  si no obtenían el dinero en metálico, siempre podían expropiar las casas y los bienes de los insolventes.

Además el mercado estaba desregulado y avalado por los propios bancos y las firmas calificadoras de servicios financieros como Standard and Poor’s, Goldman Sachs  y otras; todos los magos de Wall Street se estaban enriqueciendo con el gran comercio de las hipotecas subprime.

Lo que sucedió después, la quiebra y la pérdida de las propiedades de sinnúmero  de personas y los desahucios en muchos países, fueron la consecuencia de que individuos voraces y groseramente codiciosos se aprovecharon de esta modalidad de capitalismo salvaje y depredador, que en los hechos provocó el empobrecimiento de miles  de familias; mientras que muchos altos funcionarios bancarios siguieron recibiendo sus abundantes bonos, y  tampoco a muchos de ellos les alcanzó el “brazo de la justicia”. Para los que perdieron en esta aventura codiciosa les sucedió lo del proverbio bíblico: “Los bienes que se adquieren de prisa al principio, no serán al final bendecidos” (Pr. 20:21).

 La Codicia y el deterioro medioambiental
La codicia, como se dijo, habita en el corazón del hombre desde siempre y en estos inicios del siglo XXI se está globalizando y afectando a cada ser vivo sobre la tierra y ahora, además, estamos devorando los recursos del planeta de tal manera, que según lo comenta Leonardo Boff: “El día 2 de agosto de 2017 sucedió un hecho preocupante para la humanidad y para cada ser humano individualmente. Fue el día anual de la “Sobrecarga de la Tierra” (Overshoot Day). Es decir: fue el día en que gastamos todos los bienes y servicios naturales, básicos para sustentar la vida. Estábamos en verde y ahora entramos en números rojos, o sea, en un cheque sin fondos. Lo que gastemos de aquí en adelante será violentamente arrancado a la Tierra para atender las indispensables demandas humanas y, lo que es peor, para mantener el nivel de consumo perdulario de los países ricos”.
https://leonardoboff.wordpress.com/2017/08/14/la-tierra-en-numeros-rojos-el-ser-humano-satan-de-la-tierra/
¿De cuántos proyectos mundiales codiciosos podemos hablar en estos días? ¿De la devastación de las selvas del Amazonas, de Indonesia, de la Lacandona y de tantas otras donde se arrasa con los bosques tropicales? El nivel de consumo perdulario de los países ricos, que menciona Boff, es a lo que podemos identificar como codicia, y que podemos constatar con un caso en México con la siguiente denuncia hecha por el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS):
Las concesiones mineras –con apoyo del Gobierno– amenazan el manejo forestal sostenible de los bosques y selvas en México y la situación genera problemas ambientales y sociales en las comunidades. El informe en el que participaron los investigadores del CCMSS Sergio Madrid Zubirán, Marcela Ximena Ortiz Aranda y Ariadna Ortega, con información de Cartocrítica, revela que en el país hay 895 proyectos mineros de los cuales el 44 por ciento se encuentran en áreas cubiertas por vegetación forestal, es decir, los aproximadamente 390 que están dentro de los bosques ya se encuentran en fase de exploración, desarrollo o explotación, explicó Ortiz. Los bosques son los más afectados, ya que representan el 58 por ciento de la superficie forestal concesionada y los estados en los que se refleja el mayor daño son Jalisco, Chihuahua, Durango, Sonora, y Sinaloa, que en conjunto suman 8.4 millones de hectáreas. (Ivette Lira, Sin Embargo.mx, 17 noviembre de 2017)
Los investigadores hablan de “daño”, “afectaciones”, “explotación”, “amenaza al manejo forestal sostenible de bosque y selvas”. Esto debido a la actividad minera en concesiones hechas por el gobierno mexicano, principal pero no únicamente,  a empresas canadienses. La finalidad por antonomasia del capitalismo, ilustrada por el modelo de la economía extractiva, es el interés económico, el provecho material, la ganancia monetaria. En el caso de las actividades mineras en México, no parece que les importe mucho el daño ambiental y social que pueden provocar en muchas comunidades, si con eso pueden obtener buenos y lucrativos dividendos…usufructuados sólo por las compañías mineras y quienes otorgaron las concesiones.
La espiritualidad, la ética y la crisis medioambiental
El Papa Francisco se dirigió a los organizadores de la Conferencia de la ONU sobre cambio climático (COP23) en Bonn, en noviembre del 2017, con estas palabras. "No se puede limitar el desafío medioambiental solo a la dimensión económica y tecnológica: las soluciones técnicas son necesarias pero no suficientes, es esencial y necesario tener en consideración atentamente también los aspectos y los impactos éticos y sociales del nuevo paradigma de desarrollo y de progreso a corto, medio y largo plazo" (Cameron Doody, Religión Digital, 16 de noviembre de 2017).
El Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, en mensaje igualmente a la COP23, denuncia que "aunque tantas personas consideran el cambio climático como una de las crisis más grandes a las que la humanidad se ha enfrentado, hay mucha resistencia a cambiar nuestros hábitos destructivos del medio ambiente. Algunos continúan pasando por alto los signos de los tiempos con un derretimiento del hielo sin precedentes, patrones de tiempo extremos y un impacto devastador sobre la pobreza mundial (Ídem).
Tanto Francisco como Bartolomé enfatizan los impactos éticos y sociales del nuevo paradigma del desarrollo, devastadores sobre la pobreza mundial, relacionándolos  con los “hábitos destructivos del medio ambiente”. Pero no son sólo “hábitos destructivos”. En declaración conjunta y ecuménica, ambos jerarcas en el contexto de la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación de septiembre del año pasado, son mucho más concretos sobre las causas y las consecuencias de los deterioros ambientales:
“La historia del mundo presenta (…) un escenario moralmente decadente donde nuestra actitud y comportamiento hacia la creación oscurece nuestra vocación como cooperadores de Dios. Nuestra propensión a interrumpir los delicados y equilibrados ecosistemas del mundo, nuestro deseo insaciable de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, y nuestra codicia ilimitada de ganancias en los mercados, todo esto nos ha alejado del sentido original de la creación. No respetamos ya la naturaleza como un regalo compartido; por el contrario, la consideramos una posesión privada. Ya no nos relacionamos con la naturaleza para sostenerla, sino que la dominamos para sostener nuestras propias invenciones”.
Las consecuencias de esta cosmovisión alternativa son trágicas y duraderas. El medioambiente humano y el de la naturaleza se están deteriorando juntos, y este deterioro del planeta recae sobre las personas más vulnerables. El impacto del cambio climático afecta, ante todo y más que nada, a los que viven en la pobreza en todos los rincones del mundo (Aciprensa.com., 01 de septiembre de 2017).
De la misma manera, los participantes de la Quinta Conferencia Internacional Sobre Teología Ecológica Y Ética Medioambiental (ECOTHEE-17), organizada por el Consejo Mundial de Iglesias, que tuvo lugar en la Academia Ortodoxa de Creta en Kolympari, del 23 al 27 de agosto de 2017, “pusieron de relieve cómo las amenazas continúan minando la biodiversidad, cómo la avaricia sin límites ha conducido al agotamiento de los recursos naturales y a la pobreza, cómo las especies continúan desapareciendo, y cómo el aumento de la fuerza y de la frecuencia de las sequías, las inundaciones y los huracanes, así como el aumento de la temperatura media global y de las emisiones de CO2, reflejan la realidad del cambio climático. (Oikoumene.org, 02 de noviembre de 2017).
Hemos puntualizado que usamos el término “extremo” para señalar la situación límite a la que puede empujar la codicia a la humanidad en estos inicios del siglo XXI.  Hablamos de estar acercándonos como especie humana, y de hecho toda forma de vida en el globo terráqueo,  al filo de la navaja. Es una frontera, un borde que si se traspasa, puede llevarnos al colapso: ambiental, económico, social…en sentido amplio, civilizatorio. La Humanidad ha atravesado múltiples crisis en  su recorrido en la historia, pero nunca antes la totalidad del planeta estaba ante un riesgo de tal magnitud. Es esta particularidad lo que hace diferente esta codicia en extremo, a la “codicia” de cualquier otro tiempo.

El Colapso de la Ética

La codicia evidentemente es un problema ético. En el simposio Los acosos de la civilización, de muro a muro, de mediados de noviembre de 2017 en la sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de México, Noam Chomsky, Mario Molina, Dan Schrag, Lawrence Krauss, Alicia Bárcenas y Richard Somerville –todos ellos destacados científicos y especialistas en cuestiones climáticas,  ambientales y sus repercusiones sociopolíticas y económicas-  coincidieron en afirmar: “enfrentar el problema del calentamiento global, relacionado con los modelos actuales de consumo de combustibles fósiles, no es un asunto ideológico o político. Es una cuestión ética y moral”.

Chomsky, en el mismo simposio dice: “El país más poderoso del mundo ha decidido avanzar en el camino de la destrucción del medio ambiente. Su meta es alcanzar en 2025 el nivel más alto de producción de petróleo en la historia, según un informe de la Asociación Internacional de Energía” (La Jornada, p. 22, 17 de noviembre de 2017).

Hay que subrayar que estos renombrados expertos ponen de relieve que el “actual modelo de consumo de combustibles fósiles” “basado en alcanzar la más alta producción de petróleo”, (que por supuesto nos habla de la codicia de las ganancias que resultan del consumo susodicho), es una cuestión ética y moral, y, por supuesto, comprobamos que  no es un  asunto que sólo al “sector religioso”  le interesa. Pero citando nuevamente a un representante del sector religioso, el Papa Francisco habla también de los impactos éticos y sociales y de escenarios moralmente decadentes provocadores de la pobreza mundial y de actitudes y comportamientos que dañan y destruyen la Creación. 

Los sujetos mencionados por Pablo en 2 Timoteo 3:1-5, son claros ejemplos de personas con conductas que podemos calificar de inmorales. No hablamos de la “moral burguesa”, que según la define Fernando Buen Abad Domínguez en su artículo ¿A quién le interesa la moral? (Rebelión.org, 24 de julio de 2017) no es más que la inmoralidad misma del capitalismo”.

Esa “moral”, dice este autor, “mira (…) a la clase trabajadora como seres de otra dimensión, como enemigos del “orden”, del “respeto” y del “bien común” urbano o rural. Las luchas sociales son “engendros del demonio”, perversiones del averno, amenaza contra la “paz” y las “buenas costumbres” burguesas y, sobre todo, enemigas del “orden establecido”. La sacrosanta (inexistente) civilidad entre hermanos citadinos es amenazada por la barbarie de la lucha proletaria y eso indigna a los “ciudadanos” guardianes de la moral burguesa”.

¿Qué moral podemos encontrar en personas que, por nuevamente ejemplificar, cuando la organización People for the Ethical Treatment of Animals  (Personas por el Trato Ético a los Animales, PETA por sus siglas en inglés) denuncia que trabajadores de Bio Corporation, una empresa de Minnesota que vende animales destinados para disecciones en aulas, mataron a animales en formas horribles. Trabajadores ahogaron a palomas (que habían estado hacinadas en jaulas) en tinas de agua e inyectaron a cangrejos vivos con látex líquido. Los trabajadores también comentaron que tortugas conscientes fueron congeladas hasta morir” (Petalatino.com)

Después de leer y corroborar las fuentes, nos horrorizamos de este hecho en el que esta empresa, llevada por la codicia, pues Bio Corporation  vende animales y por tanto su finalidad es la ganancia, que el manejo cruel y bárbaro infligido a los animales sí se  llevó a cabo (pues hay videos que lo comprueban) y se puede calificar, por supuesto, de inmoral, y que un posible  “trato ético” a los animales no figura en su escala de valores, impensado y contrario  a sus afanes de lucro.

Colapsos éticos que producen colapsos civilizatorios

El 11 de septiembre de 2001 los habitantes de este planeta fuimos testigos (millones a través de la TV) del colapso de las Torres Gemelas de Nueva York que fueron impactadas por aeronaves comerciales en un supuesto atentado de radicales islamistas. Aun se debate (a pesar del desprestigio de las “Teorías de la Conspiración”) si fueron en verdad quienes el gobierno de los E.U.A (siendo presidente de esa nación, en ese momento, George Bush hijo), dijo que habían sido, o fue  un “auto atentado” que buscaba el pretexto ideal para dictar lo que sería en los años venideros el “Nuevo Orden Mundial”,  y construir en el imaginario público nacional (en el caso de los E.U.A) e internacional al terrible enemigo que pudiera sustituir a los viejos y “vencidos” comunistas: el terrorismo islámico.

En abril de 2013 tuve la oportunidad de escuchar en un encuentro de una organización ecuménica en Cuernavaca, México, a un ministro anglicano que con rostro grave,  palabras preocupadas  y   que con un notorio sentido de urgencia, alertaba a su audiencia sobre lo que él y otros teólogos estaban identificando como el “signo de los tiempos”: Políticos -sea mandatarios o representantes en congresos legislativos-, empresarios, banqueros, militares, cúpulas religiosas, dueños de medios de comunicación, y, por supuesto, crimen organizado coludido, y de hecho, totalmente imbricado, con los plutócratas, gobernantes y demás oligarcas que forman parte de ese 1 por ciento de la población mundial… están actuando desde hace años con total insolencia y cinismo en la consecución de sus propios intereses, a fin de que éstos prevalezcan sobre el grueso de la población, así tengan que eliminar a todo aquel que se interponga en su camino.

Cierto, esto ha sucedido en cada época  de la Historia de la Humanidad, pero, repito, la diferencia en estos tiempos de inicios del siglo XXI es su generalización, su globalización, su inhumanidad con altos índices de crueldad y barbarie exacerbada; y  codicia y avaricia a tal extremo que como especie estamos al borde del colapso civilizatorio que nos puede llevar a la extinción.

Este teólogo, que además tiene un doctorado en psicología, citó casi los mismos adjetivos que usó Pablo en el pasaje que comienza este ensayo, para referirse a los actuales depredadores mundiales, con algunos añadidos: Perversos, brutales, sádicos…homicidas. El hombre pervertido del siglo XXI, como un símil aciago de aquella emblemática canción del  grupo de rock progresivo King Crimson de  fines  de los sesenta del siglo pasado. “El Hombre Esquizoide del Siglo XXI”.

Estamos asistiendo al colapso de la ética, donde este término cada vez menos tiene relevancia o atempera los apetitos saqueadores de los poderosos de la tierra. En el caso del atentado a las torres gemelas de Nueva York, es una hipótesis en verdad muy difícil de demostrar que una mente o mentes pervertidas, desde el gobierno de los E.U.A. de aquel entonces, sin ya ningún freno moral o responsabilidad ética, hayan planeado y ejecutado tal acto de bestialidad suprema.

Sin embargo, ejemplos recientes de este salvajismo sin límites, evidencias de nuestros valores éticos y morales colapsados, pudiéramos muy lamentablemente señalar. Aquí algunos riesgos globales y otras tenebrosas realidades. El analista político John Saxe-Fernández en un artículo que tituló “2017: lamentoso año” escribe: “Desde lo local, nacional a lo internacional y planetario, terremotos incluidos, fue un annus horribilis. Como nunca desde octubre de 1962 estamos todavía más cerca de una guerra nuclear. En 2017 el totalitarismo asomó su fea faz hitleriana cuando Trump, desde la Asamblea General, amenazó con su total destrucción a una nación asiática integrante de ese cuerpo, haciendo añicos la Carta de la ONU” (La Jornada, 21 de diciembre de 2017).

Para matizar (¿o confirmar?) este asunto del amago nuclear, Guillermo Almeyra opina que: “Trump es impredecible, su gobierno es cada día diferente y ayer amenazaba a Corea del Norte con una guerra nuclear que la devastaría y poco después propone reunirse con el déspota oriental que gobierna ese país para quizás cambiar de opinión en pocas horas. Con un energúmeno semejante, la primera potencia militar mundial camina sobre el filo de la navaja y hay un serio riesgo de un desastre nuclear que borre de la superficie del planeta las zonas más industrializadas y las más viejas culturas y provoque, al mismo tiempo, una catástrofe ecológica que haga retroceder muchos siglos el nivel de civilización” (La Jornada, 18 de marzo 2018).

Carlos Soledad dice:Sobran muestras de que el proyecto de modernidad capitalista impuesto por la civilización occidental nos arrastra peligrosamente al colapso planetario. Vivimos una crisis sistémica integral, cuyas guerras, refugiados y cambio climático son los elementos más dramáticos” (Ante la crisis civilizatoria: La hora de los pueblos, Rebelión.org,  11 de septiembre de 2017).

Igualmente, Arsinoé Orihuela, pero refiriéndose específicamente a nuestra vida ordinaria mexicana, reseña. “México está al borde del colapso humano. Esta verdad inexorable prologa las elecciones federales de 2018. Y no es catastrofismo infundado: los indicadores de seguridad, justicia y derechos humanos dan cuenta de una tragedia humanitaria en curso: 200 mil homicidios en 10 años de guerra; 32 mil desaparecidos (organismos civiles estiman que la cifra asciende a 60 mil); 2 millones de personas desplazadas territorialmente por la violencia; 110 periodistas asesinados desde el año 2000 hasta la fecha; un repunte de 700% en materia de secuestros (ninguna familia en México se salva de este delito lacerante); feminicidios al alza (con especial virulencia en el Estado de México, actualmente base operativa de los poderes federales); pobreza galopante (55.3 millones de pobres, de acuerdo con el Coneval); y una militarización sin freno de la vida pública (las quejas presentadas por violaciones a los derechos humanos por parte de militares se han incrementado en un 1000 por ciento ). Pero nadie en los circuitos de arriba parece estar intranquilo por esta calamidad o siquiera dispuesto a nombrarla. México es un holocausto sin relato ni reconocimiento oficial”
(México 2018: la izquierda se levanta, La digna voz  16 de septiembre 2017; rebelión.org 18 de septiembre 2017).

Siguiendo estas apretadas confirmaciones de las advertencias ante estos colapsos civilizatorios, nuevamente John Saxe-Fernández declara: “En medio de huracanes en Houston, Texas, el Caribe (Cuba y Florida) e inmensos incendios forestales en el estado de Washington en el noroeste de Estados Unidos, catástrofes climáticas de dimensiones y fuerza jamás registradas, según dicen los meteorólogos y climatólogos oficiales y no-oficiales, se acumula el rechazo, condena y abyección ante los negacionistas de este mundo de parte de las generaciones de hoy, mañana y de los siglos por venir. Esos hechos son sólo atisbos, barruntos, del colapso climático antropogénico en curso y de lo que a todas luces son impactos planetarios de la acumulación capitalista que, sin la urgente regulación doméstica y mundial de los gases de efecto invernadero que aceleran el calentamiento global, aumentan su intensidad y frecuencia (Torrente imperialista II: catástrofe civilizatoria, La Jornada, 14 de septiembre de 2017).

En esto que escribe Saxe-Fernández es también en referencia al libro “Chevron: paradigma de la catástrofe civilizatoria”, coordinado por Ana Esther Ceceña y Raúl Ornelas, publicado por la UNAM, donde relata que “la naturaleza y el modus operandi de Chevron, una de las grandes fieras corporativas que desatan sobre el territorio nacional (hablando de México) esa mezcla de codicia, entreguismo, suprema merma constitucional y torpeza geoestratégica, de los gobiernos que padece la nación desde 1982” (Ibídem).

La codicia…aludida  una vez más como elemento constitutivo de los ingredientes infaltables en los colapsos éticos y civilizatorios actuales y por venir. Javier Sicilia remata. “A lo largo de mis columnas de Proceso no he dejado de señalar que vivimos una crisis civilizatoria, es decir, el colapso de las instituciones que un día rigieron el orden político de la sociedad (Tránsito en el vacío, Proceso, 15 de octubre 2017). Esto que menciona Sicilia se ilustra de manera patética en las consecuencias  de los pasados sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017, donde Iglesias por la Paz, un movimiento ecuménico iniciado en 2011 en la Ciudad de México,  dio a conocer su postura sobre estos amargos sucesos en conferencia de prensa, a través de un pronunciamiento público  en noviembre de 2017:

“Conscientes de la tragedia que vivimos en México, pero también de la solidaridad ciudadana que se ha desbordado en nuestro país, nos vemos en la responsabilidad de hacer un llamado a la reflexión ética sobre los recientes acontecimientos:

Si bien es cierto que la fuerza de la naturaleza rebasa la capacidad humana, no podemos dejar de cuestionarnos sobre la responsabilidad en las consecuencias, preguntándonos: ¿Cómo es posible que en la Ciudad de México edificios más antiguos hayan resistido el sismo mejor que otros de reciente construcción? ¿Por qué un sismo diez veces menor al de 1985 arrebata la vida a niñas y niños que se encontraban en planteles escolares que habían sido recientemente aprobados para funcionar, por peritajes de protección civil? ¿Acaso el negocio inmobiliario está por encima de la vida humana?

Si tenemos que reconocer el colapso de más de cuarenta edificios en la CDMX e incontables en diversas regiones del país, también hay que evidenciar y denunciar:
1)      El colapso inmobiliario por la corrupción y gentrificación.
2)   El colapso de los principales medios informativos por su falta de credibilidad e   insensibilidad ante la tragedia nacional.
3)  El colapso de un modelo económico que atenta contra mujeres y hombres   trabajadores.
4)      El colapso de una clase política que gobierna en beneficio propio y en contra del   bienestar de la ciudadanía.
5)  El colapso del sistema gubernamental que en todos los niveles se rige por intereses capitalistas y atenta contra la soberanía y el bien común”.

En el caso de México y a pesar del triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 1 de julio de este 2018, ciertamente signo de esperanza (habrá que otorgarle el beneficio de la duda), el panorama presente y futuro parece bastante pesimista y desolador: no hay mucho lugar para la confianza y la certidumbre de cambios dramáticos para bien.

De todas formas hay paralelamente iniciativas, también signos de los tiempos, de infinidad de personas, y esto, obvio, no sólo en nuestro país sino en todo el planeta, que luchan, porfían, resisten y conservan la “esperanza, contra toda esperanza” (Ro. 4:18). Un ejército de mujeres, hombres, niñas, niños, jóvenes, adultos mayores; no violento, amoroso, compasivo, solidario, cordial, que persiste y persistirá y no cejará en sus anhelos e intentos de hacer de este mundo “un mundo donde quepan muchos mundos”, como nos dice la consigna zapatista. En una frase: recuperar el sentido de lo ÉTICO.

Para cerrar este ensayo con una nota que nos hable de esta recuperación de la ética, transcribo un pensamiento de Leonardo Boff sobre su concepto de la “razón sensible y cordial”, en su participación en un Encuentro llamado “Vida, ecología y política” entre el mismo Boff, Enrique Dussel y Javier Riojas el 23 de mayo de 2016 en la Universidad Pontificia de México:

“Lo que está en el corazón es el amor, la esperanza, la solidaridad, la bondad…lo espiritual. Debemos ir al rescate de los bienes espirituales, de la dimensión espiritual del ser humano.  Rescatar los bienes espirituales implica rescatar el amor, el trabajo cooperativo: desarrollar sobre todo “el capital espiritual” y eso se traduce en desarrollar la compasión, el acompañamiento al que sufre, la solidaridad, la misericordia, la fraternidad, la cooperación. Esto nos da la capacidad de desarrollar la esperanza y es justo en esto en que podemos tener esperanza: en vivir la sabiduría de la “sobriedad compartida”.




















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