Por Jonathan Navarro
Lupa protestante 07, de marzo de 2018
Quiero
compartir con vosotros un artículo que leía el otro día en Christianity
Today[1], del que haré
algunos extractos, actualizando un poco algunos datos, ya que está escrito de
hace varios años.
Pienso que es muy interesante hacer una mirada al
pasado de personas que como nosotros profesaban la fe cristiana desde iglesias
protestantes, y que les tocó vivir grandes conflictos políticos.
Quiero decir también que puede parecer difícil
buscar paralelismos con nuestra situación actual aunque podremos ver que aunque
decimos que la persona creyente “no es de este mundo”, en tanto que vive en el
mundo no puede rehuir del conflicto político. Pero quizá sí debería poder
ejercer la ciudadanía política con huella cristiana.
¿Lo consiguieron entonces los cristianos
protestantes de EEUU? Os invito a que reflexionéis sobre esta complicada y
apasionante historia, porque siempre podremos aprender algo de la historia …
Mucho antes de que los cañones fueran disparados
sobre Fort Sumter, la guerra civil ya había estallado en las iglesias de los
Estados Unidos. Tres de las denominaciones protestantes más grandes del país se
rasgaron por la cuestión de la esclavitud o por problemas relacionados.
¿Cuáles
fueron las causas de estas divisiones?
Antes de 1830, la esclavitud era una algo aceptado
en la vida americana. Pero durante los próximos quince años, se convertiría en un
tema tan fuerte y poderoso que acabará partiendo a los cristianos en dos
partes. ¿Por qué?
-
La producción de algodón, que dependía del trabajo
de los esclavos, era cada vez más rentable y esencial para la economía,
especialmente en el Sur.
-
Durante la década de 1830, el famoso pastor
presbiteriano revivalista Charles Finney convirtió a miles de
personas (se calcula que 500.000), muchos de ellos se unieron a la cruzada
contra la esclavitud.
-
En 1831, un esclavo de Virginia, Nat Turner, lideró
una violenta revuelta que mató a 57 blancos. En el Sur temían profundamente los
intentos de liberar los millones de esclavos que los rodeaban. Ese mismo año,
el periodista, y ardiente abolicionista, William Lloyd Garrison comenzó a
publicar “The Liberator”. Sus ataques fogosos a la esclavitud sólo hicieron que
endurecer las actitudes del Sur.
Hacia 1837 (24 años antes de la guerra), las
sociedades antiesclavistas que habían existido a lo largo del territorio del
Sur habían desaparecido. Los abolicionistas del Sur huyeron hacia el Norte para
salvaguardar su propia seguridad.
Los líderes de las iglesias del Sur comenzaron a
desarrollar una fuerte defensa bíblica de la esclavitud. Atacaron a los
abolicionistas del Norte por su “racionalismo e infidelidad” (a las Escrituras)
y por tener un “espíritu entrometido”.
Los
burócratas de la Iglesia intentaron mantener la esclavitud fuera del debate y
mantener la paz con el silencio. Pero ocho años después, las tres grandes
denominaciones (Metodistas, Presbiterianos y Bautistas) se habían dividido. De
ello el historiador Sydney E. Ahlstrom escribe que, “personas honorables,
éticas y temerosas de Dios … habían en ambas partes” [sic].
¿Qué
consecuencias supusieron las divisiones?
El famoso senador de Kentucky, Henry Clay, declaró
que las divisiones de la iglesia eran “la principal fuente de peligro para
nuestro país”.
Antes
del 1844, la Iglesia Metodista era la organización más grande del país (sin
incluir al Gobierno Federal). Cuando se dividió, se cortó el gran lazo que
adhería al Norte con el Sur. De hecho, según el historiador C.C. Goen, el
94 por ciento de las iglesias del norte pertenecían a una de las tres grandes
iglesias que se rompieron. Repentinamente, en un sentido
religioso, el Sur comenzó su deriva fuera de la Unión.
Civil War Times Illustrated, explica que las
divisiones de la iglesia “ayudaban a romper la delicada Unión de Estados Unidos
en dos partes: … Al cortar los lazos religiosos entre el Norte y el Sur, el
cisma reforzó la fuerte inclinación del Sur hacia la secesión de la Unión. El
cisma también ayudó a producir una ruptura en los partidos políticos
nacionales, que se dividieron en facciones … Y la destrucción de los partidos
provocó la ruptura de la propia Unión “.
Las iglesias divididas también reformaron el
cristianismo Norte Americano. Se formaron nuevas denominaciones importantes,
como la Convención Bautista del Sur. Y el cristianismo en el Sur y su
contraparte en el Norte se separaron en diferentes direcciones: Los creyentes
del Sur, que habían usado una lectura literal de la Biblia para defender la
esclavitud, promovieron cada vez más la lectura personal y literal de las
Escrituras. Mientras en el Norte, que habían subrayado los principios
subyacentes de las Escrituras, como el amor de Dios por la humanidad, promovieron
cada vez más las causas sociales.
El cristianismo americano sigue hoy mostrando
réplicas de una guerra que terminó hace 150 años.
Algunos datos:
Presbiterianos,
pasos hacia la división
1837: Las escuelas teológicas presbiterianas “Old
School” y “New School” se dividen en las cuestiones teológicas. Esto precede y
fomenta después, la división Norte-Sur de forma completa.
Situación final de la Nueva Escuela (más fuerte en
el Norte): interpretación moderada de la teología calvinista; apertura a las
alianzas interdenominacionales; inclinación hacia la abolición.
Situación final de la Escuela Vieja (más fuerte en
el Sur): teología calvinista tradicional; oposición a las “Sociedades
Voluntarias” (que promovieron, por ejemplo, la abstinencia alcohólica y la abolición)
porque debilitan la iglesia local; oposición a la abolición.
Metodistas,
pasos hacia la división
1836: los activistas antiesclavistas presentan una
legislación en la Conferencia General donde se declara que la esclavitud es
malvada, aunque “el abolicionismo moderno” fue rechazado completamente.
1840: la Delegación contra la esclavitud no
consigue que la esclavitud sea una cuestión de disciplina.
1843: 22 ministros abolicionistas y 6,000 miembros
abandonan la Iglesia Metodista y forman una nueva denominación-Iglesia
Metodista Wesleyana.
1844: Debate feroz en la Conferencia General sobre
el obispo del sur James O. Andrew, que es propietario de esclavos. La
resolución declara que debe abandonar su cargo de obispo. Los delegados del
sur, enojados, trabajan un plan de separación pacífica; al año siguiente forman
la Iglesia Episcopal Metodista, en el Sur.
Situación final al Norte la esclavitud entra de la
disciplina eclesiástica: abolición.
Situación final al Sur Aceptan que los líderes de
la iglesia sean esclavistas; oposición a la abolición.
Bautistas,
pasos hacia la división
1839: La Junta de Misiones Exteriores se declara
neutral sobre la esclavitud.
1840: La nueva CBA contra la esclavitud denuncia a
los esclavistas; Como respuesta los del Sur amenazan con dejar de hacer
donaciones a las agencias bautistas.
1845: en Alabama piden a la Junta de Misiones
designar a un esclavista como misionero; la Mesa controlada por el Norte se
niega; Los sureños forman una nueva Convención Bautista del Sur separada.
Situación final al Norte: Negativa a nombrar ningún
misionero esclavista; rechazo de la esclavitud; deseo de una estricta
independencia congregacional.
Situación final en el Sur: Libertad para llevar a
cabo trabajos misioneros sin tener en cuenta el problema de la esclavitud;
libertad “para promover la esclavitud”; deseo de conexiones centralizadas entre
las iglesias.
La historia, una gran pedagoga
Leídos, pues, los datos que nos ofrecía el
Christianity Today, ¿qué podemos decir?
Podemos ver que las iglesias protestantes de los
EE.UU pasaron 15 años en “guerra” teológica-eclesial hasta que, finalmente,
cada una de las grandes denominaciones (Presbiterianos, Metodistas, y
Bautistas) se dividieron en dos bandos que, hasta el día de hoy, en muchos casos
aún no se han terminado de reconciliar.
¿Por qué? Y más importante aún, ¿qué nos enseña la
historia a los protestantes del s. XXI?
Hay unos datos claves que nos ayudarán a
interpretar estos eventos del s. XIX, y creo que son los siguientes:
1.- La cuestión económica: El Sur esclavista
dependía totalmente del cultivo del algodón, y el algodón lo cultivaban los
esclavos. Es decir, una teología que estuviera en contra de la esclavitud, era
una teología que causaría una crisis económica en los estados del Sur que
dependían del cultivo del algodón; el Norte industrializado no tenía tanta
dependencia, en este sentido, de los esclavos.
2.- En el otro extremo del país, en el norte del
Norte, el Pastor Presbiteriano Charles Finney se une a la nueva ola de
restauracionistas que buscan que la iglesia del s. XIX se parezca más a la
iglesia del s. I, y lo hace desde una antropología bíblica nueva y radical: los
esclavos son seres humanos, imagen de Dios, deben ser libres; y las mujeres
pueden participar del culto, e incluso orar en voz alta. Esta radicalidad le
lleva a negar la participación en la Santa Cena de aquellos cristianos que
tuvieran esclavos.
3.- El silencio institucional: Durante más de la
mitad de los años del conflicto, las tres grandes denominaciones intentaron
imponer el silencio en el debate institucional, para intentar salvaguardar la
unidad de las iglesias. En 1839 los Bautistas como denominación, en el tema de
los esclavos todavía pretendía declararse neutral. Los metodistas tienen un
feroz debate en 1944, pero es que en 1943, 22 pastores y 6000 miembros
abolicionistas ya habían abandonado la iglesia para hacer su propia
denominación Metodista-Wesleyana. Por su parte los presbiterianos se dividen
teológicamente en el 37, sin embargo la institución aguanta unida hasta los
años 40.
Todos estos datos, y más que podríamos encontrar en
el mismo sentido, son muy reveladores. Nos hablan ante todo de que ninguna
teología es neutra hacia las realidades políticas y económicas del lugar donde
se realizan.
¿Verdaderamente si el Sur no hubiera necesitado los
esclavos para su desarrollo económico, hubiera sido tan fuerte la posición
teológica de los esclavistas? Evidentemente no lo hubiera sido. La teología
siempre puede ser más libre cuanto menos depende de compromisos políticos y
económicos. Podemos estar seguros de que, si la abolición de la esclavitud
hubiera supuesto el derrumbe económico del Norte, los teólogos y pastores
abolicionistas también hubieran tenido problemas allí.
En segundo lugar podemos ver que siempre serán
necesarias nuevas lecturas bíblicas, incluso para las cuestiones antiguas. En
el s. XIX, con más de 1800 años de cristianismo y 300 años de Reforma, y aún
era necesario revisar la interpretación bíblica. Los esclavistas decían:
“chicos, desde el principio de los tiempos siempre ha habido esclavos, incluso
en la Biblia ¿con qué novedades teológicas vienes ahora? ¿Es que no amáis las
Escrituras? ”
Del mismo modo, podemos ver como el acceso de la
mujer al mundo académico, laboral y político, ha sido marcado por la posición
de la mujer dentro de la iglesia, fundamentada en una teología concreta que
también fue necesario revisarla para que las mujeres alcanzaran los derechos
civiles en igualdad con el hombre.
Y finalmente tenemos la cuestión del silencio. Las
instituciones cristianas ante el conflicto tienen tendencia a esconderse y
silenciar los debates, para conservar la unidad. En el caso del esclavismo poco
importaba que cientos de miles de personas fueran raptadas, vendidas,
torturadas y esclavizadas de por vida, siempre y cuando la iglesia no se
dividiera.
Claro, nadie desea los conflictos, menos aún las
divisiones, pero la historia nos enseña que por mucho que la institución, para
protegerse, quiera imponer el silencio y la prudencia, cuando el conflicto está
servido llegará más tarde o más temprano. La misma experiencia vivió la iglesia
con la cuestión de la mujer, del divorcio y más recientemente con la cuestión
de la homosexualidad.
Conclusiones
La
iglesia es un conjunto de seres humanos que se saben convocados por Dios, es
la ekklesia, literalmente “la asamblea”, por lo tanto es
un órgano político por naturaleza, esto no quiere decir que sea de un partido
político, ni siquiera debe ser necesariamente de una línea política, pero sí es
totalmente política desde el momento en el que confiesa al Señor como única
autoridad absoluta, y desde el momento en que su predicación y sus actos
influyen en su entorno socio-político.
La predicación y la teología de la iglesia no es
neutra. Y a menudo sus reacciones responden o a intereses socio-económicos, o
partidistas, o culturales, o a intereses de auto-conservación y
auto-protección, más que a una teología sincera y misericordiosa. De ello
debemos ser plenamente conscientes, negarlo no nos permitiría corregirlo.
Sin embargo, no podemos obviar la cuestión de los
radicalismos. Podemos observar que en el lado abolicionista, Charles Finney, y
los restauracionistas en general, fueron muy radicales en su postura hasta el
punto de negar la Santa Cena a los no abolicionistas; también los metodistas
que dejaron la iglesia Metodis para abrir la iglesia Metodista-Wesleyana fueron
bastante radicales en el bando abolicionista. Pero en el Sur esclavista
aprendieron rápido: presbiterianos y Bautistas en 1910 crearon la corriente fundamentalista
que predicaba, y predica aún hoy con fuerza, la inerrancia y la infalibilidad
de las Escrituras a todos los niveles, la lectura literal, la libre
interpretación personal, el creacionismo, la sumisión de la mujer al varón,
entre otras cuestiones, como respuesta a las lecturas teológicas que
promovieron la liberación de los esclavos primero, y la emancipación de la
mujer después.
La iglesia a lo largo de los siglos ha demostrado,
lamentablemente con demasiada frecuencia, que sabe más de radicalidades que de
diálogo, y de tolerancia.
Debemos ser honestos y reconocer que nunca se ha
dicho, ni se podrá decir, la última palabra en nada. Por mucho que ahora
estemos en el s. XXI y por mucha teología que se haya escrito, nunca podremos
contentarnos con lo que ya se ha dicho, sin más.
Hoy, además de las cuestiones de género, o de las
cuestiones ecológicas, en España nos encontramos también con cuestiones de
justicia y de libertades sobre la mesa: ¿Presos políticos?¿ Censura? ¿Acoso
ideológico? ¿Gobiernos intervenidos? ¿Corrupción sistémica?
¿Y qué tiene que decir la iglesia ante estas
situaciones? ¿Debe callar porque no es su ámbito natural? ¿Acaso no es nuestro
ámbito la justicia? ¿Debe callar por miedo a ofender, a perder miembros?
¿Debemos tener miedo y luchar únicamente para nuestra auto-conservación? ¿O
debe radicalizarse y tirar adelante sin esperar a nadie, o peor, excluyendo de
facto las diferentes voces que se puedan producir dentro de nuestro seno?
No son más cuestiones fáciles. Pero lo que está
claro, es que, de los conflictos nunca nos podremos esconder, pues ellos
vendrán a por nosotros.
Debemos continuar siendo críticos con nosotros
mismos, debemos continuar siendo críticos con las lecturas e interpretaciones
bíblicas del pasado, y ver si es necesario, o no es necesario, hacer una
revisión de los supuestos que configuran nuestra teología y predicación.
No podemos huir de la política, ni podemos huir del
conflicto, es mucho mejor un camino en el que fomentemos el diálogo
intelectualmente honesto, sin miedo a perder nuestras instituciones humanas,
sino al contrario, con hambre y ganas de vivir el Reino y la Justicia de Dios
en nuestro propio contexto.
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