Deyssy Jael de la Luz García
Centro de Estudios Ecuménicos/Iglesias
por la Paz
La conocí en la rueda de prensa que dio a
conocer el itinerario de la Caravana por la Paz USA, en el Museo “Memoria y
Tolerancia”. Estaba como siempre, al lado su esposo Juan Villanueva. Junto a
ese matrimonio, su inquieta e inteligente hija, María, pronto los Villanueva
Guzmán fueron mis mentores para comprender más el caminar del Movimiento por la
Paz con Justicia y Dignidad (MpJD). Blanca fue muy querida por el Movimiento,
por su disponibilidad, amor, prudencia y compromiso hasta el fin con cada causa
y acto que diera razón de los casos de padres y madres que buscan a sus hijas e
hijos muertos o desaparecidos.
Caminé con ella a lo largo de un mes en
la Caravana por la Paz en USA, pues ambas fuimos parte de la Comisión Ecuménica
y representantes de Iglesias por la Paz en suelo americano. Blanca siempre tuvo
las palabras y la actitud adecuada para cada uno de los integrantes de la
Caravana: desde los familiares de víctimas hasta lo anfitriones que nos
abrieron amorosa y calurosamente su iglesia, hogar y espacio.
Recientemente nuestra convivencia se
debió a su participación en el libro que estamos por publicar, Las Caravanas del MpJD: Itinerarios de una
espiritualidad en resistencia. Blanca escribió un texto hermoso en el cual
se describe como persona de mucha fe, ama de casa, quien hizo suyo el dolor
ajeno. Entre las cosas que expresó sobre su primera caminata en el Movimiento,
que fue de Cuernavaca al Zócalo del DF. declaró que:
Nos pusimos en marcha y conforme
avanzamos se nos unían más y más personas; todos coincidíamos en estar hartos del
clima de violencia que nos desgarraba. Caminábamos en silencio y mientras tanto
reflexionaba en cada paso que daba de lo afortunada que me sentía porque iba de
la mano de mi esposo y de mis hijos. A mi lado muchas mujeres que caminaban con
las fotos de sus maridos o de sus hijos desaparecidos: rostros jóvenes como los
de mis hijos, rostros de hombres maduros como mi esposo; sólo rostros y nombres
plasmados en papel. Esas imágenes pegadas a los pechos de ellas hablaban que
tenían el corazón hecho pedazos por no poder abrazarlos o besarlos. Comprendí
que de ahora en adelante, su lucha por la justicia sería mi lucha. No sabía cómo;
yo sólo era una mujer, una madre, una
esposa que caminaba junto a ellas y ellos. No sabía cómo, pero seguiría y junto
a ellas y ellos mientras me permitieran acompañarles. Así comencé mi caminar
junto al poeta que es un peregrino, como escribió Machado.
Un primer móvil que la llevó a ser parte
del Movimiento fue la violencia en el país donde miles de padres y madres
estaban desconsolados por la pérdida de sus hijas e hijos; otro y quizá el más
poderoso, fue ver a sus jóvenes hijos decidir a favor de la justicia y tomar
las calles para marchar. El no dejarlos solos para que no sufrieran ningún tipo
de represalia le llevó junto a su esposo a ir con sus hijos. Del miedo y cuidar
a sus hijos, Blanca pasó a la valentía y el coraje para cuidar a apoyar a
madres, padres y familiares que desfallecían con voz quebrada y lagrimas cuando
tenían que hablar de sus casos. En repetidas veces la vi siendo fuerte, como
una columna que sostenía a quienes no aguantaban más la pérdida… nos quedamos
con ese recuerdo humano de Blanca, que no se olivará. En repetidas ocasiones,
llegó a expresarme que sus hijos decían que su mamá era una activista; ella les
respondía que era sólo una madre amorosa que hizo lo que otras madres hubieran
hecho si sus familiares estuvieran muertos o desaparecidos.
Blanca también fue una mujer
de fe, comprometida con una espiritualidad de resistencia y esperanza. Abierta
al ecumenismo, siendo muy católica y guadalupana supo estar con actores
religiosos de diversas confesiones. En ningún momento perdió la oportunidad de
hablar sobre la causa del movimiento. De su experiencia en la Caravana por la
Paz USA, Blanca recordó:
A lo largo de nuestro camino en la Caravana por
la Paz USA, vivimos muy de cerca el espíritu ecuménico. Fueron muchas Iglesias
de diferentes denominaciones que nos recibieron en sus templos para que
pasáramos la noche, nos alimentaron e incluso, algunos anfitriones, lavaron
nuestras ropas, nos llenaron de bendiciones, nos abrazaron y consolaron. Oraron
junto a nosotros y caminaron en los diferentes actos públicos acompañándonos, regalándonos
rosarios, biblias, veladoras, medallas y comida para el trayecto. Sacerdotes,
religiosas, pastores, pastoras, ministros y ministras se solidarizaron con
nosotros, prepararon y nos sirvieron comidas calientes, alimentaron nuestros
cuerpos y con sus oraciones y plegarias, alimentaron y esperanzaron nuestras
almas. Alzaron su voz con nosotros en la exigencia de justicia, apoyando la
exigencia de un cambio en la política de guerra contra las drogas en nuestros
países, se manifestaron a favor de un control efectivo sobre el tráfico de
armas, el lavado de dinero y dieron su
respaldo para una reforma migratoria más humanitaria.
En la última ocasión que coincidimos, al
preguntarle cómo quería aparecer en el libro en relación a su trayectoria, a
manera de un pequeño curriculum vitae, ella me paso escrito a mano la siguiente
descripción:
Blanca
Estela Regina Guzmán Jara (Ciudad de México). Es ama de casa y madre de tres hijos.
Casada desde hace 33 años. No se asume como activista sino como una mujer que
se hermanó con el dolor de un padre al que le asesinaron un hijo. Blanca
decidió caminar junto al MpJD en la búsqueda de justicia. Actualmente forma
parte de Logística y de la Comisión Ecuménica del MpJD, es la encargada de
preparar los alimentos para los diversos eventos. También participa activamente
en Iglesias por la Paz.
Blanca, así te recordaremos. Descansa en
Paz, muy en paz.
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