Deyssy Jael de la Luz García
Centro de Estudios Ecuménicos/Iglesias por la
Paz.
30 de
agosto de 2012.
Hemos salido
de Montgomery, Alabama. Sorprendidos, confrontados y muy animados por todo lo
que vivimos al marchar sobre el puente Selma; por lo que la comunidad
afroamericana nos compartió de la alegría y fe góspel. El día que pasamos ahí,
nos animó a dialogar y aprender más sobre la resistencia pacífica y civil, base
de acción sobre la cual se dio el proceso de lucha por los derechos civiles a
mediados del siglo XX, de la que era en ese entonces, una minoría muy
prometedora: los afro descendientes. Quizá esa similitud que hemos sentido los
caravaneros de ser una minoría que no deja de denunciar los atropellos de
nuestro actual gobierno, es lo que nos acerca y nos interpela a la realidad
afro.
Las primeras trece colonias
se caracterizaron por vivir y promover la diversidad religiosa, sin que una
estuviera por encima de las demás. Y el elemento religioso jugó un papel
fundamental en los discursos radicales que germinaron en posiciones políticas
durante la Guerra Civil y la Independencia de Inglaterra. Ese espíritu, se reafirmó
a mediados de 1700 y finales de 1800 con los avivamientos locales o revivals. Predicadores radicales que
anunciaban el inminente fin del mundo, convocaban a la población blanca una
“conversión genunina” a Dios.
Georgia fue uno de los estados que después de la
abolición de la esclavitud, contó con más población afroamericana, y las
iglesias protestantes avivadas, jugaron un papel fundamental en lo que fue
llamado el evangelio social: dejar las diferencias raciales, dar un espacio a
los ex esclavos afro, y abrir espacios educativos, culturales y artesanales
para integrarlos a la sociedad norteamericana. De ahí que se entienda porque
los afroamericanos dicen que las iglesias son espacios de resistencia y
generadores de cultura e identidad… Eso ya lo íbamos descubriendo poco a poco.
Fuimos recibidos
para desayunar en la Iglesia Católica de Lourdes por un ministro católico, otro
congregacionalista y una líder pentecostal. Es la primera vez que durante la
Caravana alguien de tradición pentecostal se hace presente. Por mucho tiempo,
sobre todo en países latinoamericanos, se creyó que las iglesias pentecostales eran
apolíticas y fundamentalistas, pero hoy día, cada vez hay pentecostales que a
título personal se asumen como ecuménicos. Justo la líder pentecostal, miembro
de Las Asambleas de Dios, fue quien nos invitó a hacer una oración por los
alimentos. Al terminar ese momento, nos dirigimos al memorial de Martín Luther
King. Pastores y miembros de comunidades afroamericanas nos señalaban el camino.
Frente a nuestros ojos se alzó una fuente que no tenía fin ni principio. Eso
simboliza que el legado de paz y lucha de King es inagotable. En el centro, la
tumba de mármol de Luther King y esposa… “Estamos en un lugar bendito. Yo
estaba en 1959 con el Dr. King, y este MPJD es igual al que vivimos ese año. El
sistema no quería que votáramos, pero estábamos con Dios, con la justicia. No
se den por vencidos. Juntos lo lograremos. Reformemos el sistema de las drogas.
Sicilia es un hombre ungido y ustedes manténganse de pie”. Fueron las palabras
que expresó el pastor bautista que sirvió como apoyo, junto al líder de la
Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color. Esas palabras cargadas
con una profunda espiritualidad, nos dio animo de saber que este el comienzo de
un proceso revolucionario hacia la paz y la justicia. Los afroamericanos nos
invitaron a conocer su legado y su fuerza: hay que dejar el miedo y levantarse
ahora, organizarse, salir a las calles y tomarlas sin fijar una fecha de
triunfo. Hay que tener la convicción que Dios ha elegido a este MPJD como
profético. Reiteradamente se escuchó esto entre los pastores afros.
Marchamos
del memorial Martín Luther King al Capitolio de la ciudad. Mientras marchábamos
y las consignas en inglés y español se hacían escuchar, ví por las calles a
muchos afros viviendo y durmiendo en las calles, en los parques, en las casas
abandonadas. ¿Qué contrates? Nosotros marchando por legalizar las drogas,
exigir una reforma migratoria centrada en el individuo y sus derechos; en
denunciar la economía de guerra y carcelaria, y una realidad que nos
interpelaba sin invisibilizarse más: la gente en condición de calle. Eso me
hizo recordar la tan concurrida Reforma, vialidad importante en la ciudad de
México. Adornada con estatuas y memoriales de grandes libertadores
latinoamericanos, para que turistas y ciudadanos tomemos conciencia de nuestra libertad,
Reforma es el hogar de jóvenes y niños que están en situación de calle. ¿No
deberían ser ellos también nuestras victimas que vamos cargando y que les
olvidamos?, ¿Ellos han estado ahí antes de que iniciara la guerra de Calderón
contra las drogas, siendo ellos los drogadictos más comunes?.. No hemos traído
su voz en esta Caravana…
Ya a los
pies del Capitolio, después de escuchar los testimonios de familiares de
víctimas, los pastores volvieron a reiterar el apoyo y vínculo entre su causa y
la causa de la Caravana: “Hay que parar la guerra de las drogas, pues muchos
jóvenes son encarcelados a causa de ellas; ya estamos hasta la madre de tantos
funerales; queremos educación para los nuestros y menos muertes. Agarremos la
plata para educar. Cada vez que un mexicano cae, un latino o un afroamericano,
todos caemos”. Finalmente se nos dijo: “Nadie será libre hasta que todos seamos
libres. Hay que cambiar la maldición. Declaramos que vamos a reformar el
negocio de las drogas. El miedo ha consumido a las buenas personas, pero ahora
es tiempo de ser valientes. Dios está de nuestro lado. Nuestra experiencia era
que el sistema nos tomaba como ciudadanos de segunda clase porque no podíamos
votar. Nos arriesgamos y salimos a la calle, marchamos, fuimos arrestados e
incluso algunos murieron. Pero lo logramos! La justicia prevalecerá porque esta
Caravana está ungida y está para sanar una moralidad enferma. Es una causa
moral que unirá a dos naciones y al mundo”. ¿Qué decir ante tales palabras,
ante tal confianza y responsabilidad puesta en nosotros? Más de esa bendición vendría ese día.
Más tarde
fuimos recibidos en la St. Thomas Apostle Catholic Church. Iglesia para
latinos, carismática y llena de vida. Ahí Javier Sicilia pasó a leer una de las
profecías del libro de Amós, para dar lugar al mensaje que a todos, nos dejo
conmovidos. El padre Jim Correa, expresó que “Lo que vivimos ahora es una
consecuencia del pasado. No debemos ser una generación que pierda la memoria.
El cristianismo no es una fe fatalista, sino que nos permite actuar para los
cambios. Si se nos olvida, estamos perdiendo la conversión. El señor Jesús es
el centro de un encuentro personal con las personas, y no podemos dar lo que no
tenemos. Por ello ahora es tiempo de denunciar que nosotros mismos, como
sociedad hemos permitido la institucionalización del pecado. Sin embargo, estamos
convocados a la conversión, y ésta, mucha veces es dolorosa”. Al escuchar tal prédica, algunos de nosotros
reconocimos en lo profundo de nuestro corazón que el estar acá no es una
casualidad. Ahora, como dice el evangelio, el que tenga oído para oir, que
oiga.
Este es un tiempo que fue preparado antes de que la Caravana surgiera
como proyecto pacifista, y mucho antes de que el dolor convocara la vida de
todos los que vienen cargando a sus familiares acá. Después de tantas palabras
dadas por personas con gran fuerza moral y espiritual a los caravaneros, y ver
su respuesta, me quedó claro que este es el inicio de un gran trabajo que
Iglesias por la Paz tiene que hacer, para que así como líderes religiosos de
los Estados Unidos están siendo tocados por nuestra situación, ahora es
necesario y urgente que algo pase en la conciencia de los líderes en México.
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