Deyssy Jael de La Luz García
Iglesias por la Paz/Centro de Estudios
Ecuménicos
22 de agosto de 2012
Los estudiosos de la historia cultural dicen
que las fronteras son construcciones sociales, políticas, económicas,
inventadas y reinventadas de acuerdo a cada momento histórico. Las fronteras
son imaginadas y se expresan territorialmente; se materializan con muros
custodiados por personas uniformadas que infunden temor por cargar armas al
frente. La intención es frenar el transito humano, e incluso ejercer violencia
si es necesario. Nunca la humanidad conoció tantas fronteras amuralladas como
en el siglo XX, y su crueldad más sofisticada en lo que va del siglo XXI. Quizá,
después del muro de Berlín, las murallas que dividen Palestina de Israel y la
que divide México de los Estados Unidos, son las que cobran más vidas, gracias
a que alguien tiro del gatillo de un arma… Así, las fronteras son excusas para
eliminar al otro y justificar políticamente las muertes fronterizas.
Llegamos a
Laredo, Texas para hacer un acto público de solidaridad con los migrantes que
estaban del otro lado de los Estados Unidos. Ese día, justamente se conmemoraba
un año de la masacre en San Fernando, Tamaulipas en donde fueron brutalmente
asesinados más de 70 migrantes centroamericanos y sudamericanos, en manos del
crimen organizado. Estuvimos frente al Río Bravo; las consignas de ambos lados
fueron la voz que nos dio fuerza para estar de pie ante un lugar que es conocido
históricamente como un territorio de nadie: polleros, violaciones, ahogados,
fueron algunas de las palabras que recordé de los relatos que mis tíos me
contaban cuando era niña, sobre su cruce por el Bravo.
Enrique Morones
activista de Ángeles de la Frontera nos decía que si Ciudad Juárez es el
epicentro del dolor, Tamaulipas es el epicentro del horror. Guardamos silencio
en memoria de los migrantes muertos y los no identificados. Fue muy impactante
ver cuando Sicilia estaba dando un mensaje a los hermanos del otro lado del Río
Bravo, una patrulla fronteriza pasar a toda velocidad en una moto de agua.
Pensé qué cuantas personas habrían muerto de noche debajo de las espirales de
esa moto. Ese día 24 personas murieron al intentar cruzar… horas antes los de
la Caravana habíamos pedido perdón por todo lo sucedido en Tamaulipas.
Para
terminar la noche, después de ese acto simbólico estuvimos en una vigilia, en
el Parque de Laredo donde se encuentra la valla. Sicilia dio un mensaje que me
hizo reflexionar sobre el sentido de unir los dolores y las tragedias en un
solo proyecto. “La agenda de la Paz la escribimos todos aquellos que hemos
salido del dolor. Los que han dejado de ser pasivos, y reconocemos que hay que
pedir perdón a quienes también tienen dolor. El perdón es una voluntad de
gracia donde sobreabunda el amor. Pero el perdón debe pasar por una enmienda…
los gobiernos tienen que pedir perdón por ello”. Creo que este mensaje es un
llamado a las espiritualidades en el proceso de la construcción de la Paz, de
participar en esa agenda, y sobre todo dar una palabra sobre el perdón como un
don que no acepta el olvido, ni tampoco la venganza, ni el ocultamiento de la
realidad. El papel de las espiritualidades y las religiones que hoy presencian
este ejercicio de memoria colectiva cívica y pública emprendida por el MPJD, debe acallar el no-olvido de la memoria
para sostener la voluntad del olvido de lo inolvidable, y acompañar ese proceso
de desatar la ira, el coraje, la sed de venganza y el sufrimiento, y atar caso
de haberlo… Ese es un reto para Iglesias por la Paz.
Después de
compartir los testimonios de ambos lados de la frontera y haber sido bendecidos
por el párroco del lugar, caminamos con velas en la oscuridad… Tocamos la valla
y se dejaron escuchar, los nombres y las intenciones que nos han llevado a
emprender esta Caravana, reconociendo que no debían morir. Pasamos lista por
las tragedias que este gobierno calderonista no ha querido reconocer. Dijimos
ya no más al silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario