martes, 4 de septiembre de 2012

Crónica Chicago, Illinois. Mexicanos y afroamericanos dialogan con la Caravana por la Paz


Deyssy Jael de la Luz García.
Centro de Estudios Ecuménicos/Iglesias por la Paz
  3 de septiembre de 2012


Estamos hospedados en la Augustana Lutheran Church, Chicago. Esta comunidad es muy interesante por su trabajo social con la comunidad afroamericana, con la causa de los migrantes y apoyo a los latinos. Algo que también he notado es su propuesta de diversidad sexual. No es la primera iglesia de corte protestante, en las paradas que hacemos de la Caravana, que tiene entre sus miembros a parejas del mismo sexo. Es agradable saber que las iglesias protestantes que nos han recibido en esta Caravana consideran como parte de su misión en el camino hacia la Paz, la inclusión en todos los sentidos. Fuera fundamentalismos y dogmatismos. 

La noche del 2 de septiembre, cuando llegamos a la ciudad, nos recibió uno de los barrios mexicanos más históricos del lugar: el Guadalupe Reyes. El momento en que hicimos parada ahí, hace honor al nombre. Estaba una kermes de antojitos mexicanos, lonas y detrás del templete músicos norteños y un sonido cumbianchero, que con singular alegría, recibió a los caravaneros. Nuestros paísanos aplaudieron, lloraban y nos abrazaban, al tiempo que nos expresaban su admiración por el valor que nos ciñe. Acto seguido, el padre de la iglesia católica del lugar, nos dio la bienvenida con una bendición que conmovió a más de una de las madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidas. Fue con ese espíritu de alegría que nos dirigimos a la St. Pius Catholic Church.  ¡Qué sorpresa!, ¡Esperaban a que llegáramos para celebrar unos XV años! A Javier Sicilia le tocó dar homilía a la quinceañera, al tiempo que agradecía el espacio y solidaridad a los “mexicanos que traemos cargando nuestro dolor”. Al ritmo de cumbias cantamos Sólo le pido a Dios, de la inmortal Mercedes Sosa. Esa canción y la oración de San Francisco de Asís contienen el mensaje exacto de lo que nos hace tomar un poco más de conciencia del porqué estamos acá: el monstro ya es muy grande, y no podemos ser indiferentes; tenemos que revertir el odio en amor y violencia en paz. Eso nos toca a todos.

Tengo que decir que al sentarme un momento a comer un pozole de la kermés, casualmente me senté junto al primo de Digna Ochoa. Después de platicar lo invité a que nos acompañará al siguiente día a la marcha que saldría del barrio mexicano La Villita para cruzar el barrio afroamericano  y llegar a la New Mount Pilgrim Missionary Baptist Church. Él dijo que sí, pero me dio la impresión que no lo haría…

3 de septiembre es un día feriado para los Estados Unidos. Pensamos que poca gente estaría compartiendo con la Caravana en las actividades programadas. Sorpresa fue el llegar al National Museum of Mexican Art. Ahí, nos esperaba un grupo de concheros para purificarnos con copal y  levantar su voz a Ometeolt. Ya dentro del Museo, una de las organizaciones claves, NAALACC (The National Alliance of Latin American and Caribbean Communities, por sus siglas en inglés), expresó el gusto de guatemaltecos, ecuatorianos, salvadoreños y varias comunidades de mexicanos (duranguenses, michoacanos, veracruzanos) estar con nosotros. Nos hicieron participes de un festival de bailes regionales. Danzaban adultos, jóvenes y niños. Ver esas expresiones culturales que hizo pensar en el arte como una forma de resistencia.

Frente a la cultura norteamericana de consumo e ídolos musicales que exigen fanatismo, acá lo que pude observar que los bailes regionales son parte del bagaje cultural que se resiste ser sustituido por a asimilación, y preserva la identidad colectiva; por qué, también es una forma de echar de menos el terruño de donde los padres y generaciones anteriores salieron de México en búsqueda del sueño americano. 

“Es momento que negros y morenos se unan porque están viviendo lo mismo. No sólo deben solidarizarse, sino trabajar para acabar con el problema de las drogas. En nuestro caso, miles de jóvenes menores de 18 años están en la cárcel por poseen mínimas cantidades de drogas cuando los policías los pillan. La verdad es que esa lucha contra las drogas, es una invención; la realidad es que la guerra es contra las personas, y quienes la padecen más son los que tienen un rostro de color. No es posible que existan cárceles de primera y escuelas de segunda; es intolerable. Desde siempre, el sistema nos ha hecho creer que los afroamericanos y los latinos  somos enemigos, pero eso no es así. Tanto unos como otros tenemos gentes que han perdido la vida a causa del consumo y el negocio de las drogas. Para el 2040, nosotros seremos mayoría en los Estados Unidos. Por eso, Chicago, debe ser diferente. Busquemos juntos la Paz y tendremos la victora ¡Amén¡ Esas fueron las palabras más entusiastas con las que el Rev. Marshall Elijah Hatch, recibió a la Caravana por la Paz.  Por la tarde, después de la marcha, le volveríamos a ver en su iglesia con el mismo regocijo.

Ya en su turno, Javier Sicilia apeló a la importancia histórica de Chicago, y la razón por la que la Caravana llegó acá. “Hace 90 años Chicago vivió el terror de la prohibición del alcohol, es pionera de la arquitectura moderna, pero también ha sido la ciudad de las mafias gansteriles y ha sido domesticada por la Escuela de Chicago… la democracia está en peligro. Así como un día el presidente Rooselvet sometió el alcohol a los impuestos, pedimos al presidente Obama que someta las drogas a una política sensata”. Reiteró que era importante denunciar la corrupción, extorsión, tráfico de drogas, armas y lavado de dinero. En esta gran ciudad se busca el dialogo y las alianzas para evidenciar el fracaso de la lucha contra las drogas emprendida por ambos gobiernos.

¡Y qué mejor manera de dialogar que teniendo un espacio con los que estaban ahí presentes¡ en círculos de 20 personas todos compartimos lo que nos llevó a ser parte o apoyar la Caravana. Al turno de Iglesias por la Paz, comentamos que las religiones juegan un papel muy importante en el camino hacia la Paz. “Es momento de que creyentes de a pie junto con autoridades religiosas denuncien el sistema violento que hoy día vivimos. Es urgente que una nueva ética entre los gobernantes; las espiritualidades y las religiones tienen mucho que aportar. Es momento de tener un espíritu profético que haga una realidad los valores del Reino. Eso es lo que nos ha traído aquí, como creyentes ya no queremos ser cómplices de un sistema que niega la vida cuando nosotros creemos en el Dios de la vida”.  Fue así, como un grupo de ministros unitarios se interesaron y quedamos en seguir dialogando…

La marcha del barrio mexicano al afroamericano fue muy emotiva y llena de aprendizajes. Salir a las calles para adentrarse en una lagunilla tepiteña en el corazón de Illinois, fue algo surrealista; niños, padres, madres y curiosos por las ventanas nos veían, saludaban o reían. Al mirar por las calles varios murales en las bardas me decían los símbolos que los chicanos han hecho suyos: la virgen morena, Zapata, Villa, el sol azteca, el santo, el mariachi, la serpiente… Poco a poco ya íbamos entrando a calles donde se veían edificios en condiciones de abandono, otros con algunos desperfectos en la puerta, las ventanas o las rejas… Ví, en un recorrido de dos horas, cerca de 24 iglesias protestantes, una frente a otra, o de un lado a otro: metodistas, bautistas, pentecostales, unitarios. Aun así, todo parecía desierto, y me pregunte si cada iglesia cada domingo se llena, o será como dicen los estudiosos de la religión estadounidense: cada día los templos se quedan vacíos porque a las nuevas generaciones ya les atraen las religiones institucionalizadas, y buscan desarrollar su espiritualidad al margen de la denominación. Por lo pronto, eso es una tarea pendiente. Lo que me quedó claro fue la curiosidad que la marcha despertó entre los vecinos afros. Niños, chicas y chicos preguntaban qué hacíamos ahí, y de vez en vez nos sonreían. Por temor o desconfianza no se nos unieron. La última parada fue en New Mount Pilgrim Missionary Baptist Church. Ahí nuevamente el pastor Marshall nos esperaba con una comitiva de musulmanes, sacerdotes católicos y una mujer pastor. Todos ellos agradecieron el que estuviéramos ahí para dejar constancia de que blancos, latinos y morenos, como nos dicen a los mexicanos, un día no muy lejano, podemos estar unidos por la causa de la justicia. Ahora el reto es pasar de lo simbólico a lo concreto.

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