Por Ricardo Guillermo Gállego
El apóstol
Pablo hace una descripción turbadora, vívida y muy alarmante de las
características del ser humano de los “últimos”
tiempos, y le dice a Timoteo. “También
debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque
habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios,
blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de los bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán
apariencia de piedad, pero negaran la eficacia de ella; a éstos evita…” (2Ti.
3:1-5).
Quiero aclarar
que no me identifico teológicamente con algunas posturas premilenaristas y
dispensacionalistas que se desarrollaron
principalmente a fines del siglo XIX y principios del XX (y que prevalecen
hasta el día de hoy en denominaciones cristianas de ese corte), sobre todo por
teólogos como John Nelson Darby y Cyrus I. Scofield, y otros fundamentalistas
cristianos que, como sabemos, privilegian una lectura literal de la Biblia; y pareciera
que me alineo con ellos en sus interpretaciones al citar el pasaje arriba
mencionado y que estoy por disertar sobre “el fin de los tiempos”, según su
peculiar doctrina de la “séptima dispensación” que tiene que ver con el “Reino
Milenial”. No es así, como explicaré en el desarrollo de este ensayo.
De hecho, los
sujetos retratados por Pablo pudiéramos identificarlos, en estos inicios del
siglo XXI, con muchos personajes que conocemos en la actualidad. Aunque también
con cientos de miles que en el transcurso de la historia de la humanidad se les
equiparan. Podemos decir, con John Saxe-Fernández (La Jornada, 21 diciembre
2017), que el 2017 fue un Annus Horribilis, y que este 2018 y los años que
sigan continuarán esa tendencia; y lamentablemente lo más seguro es que “vendrán tiempos peligrosos”…más peligrosos,
con esperpentos, por ejemplo, como Donald Trump. De los adjetivos listados por
Pablo, ¿le quedarán al actual ocupante de la Casa Blanca epítetos como impetuoso,
infatuado, cruel, vanaglorioso, soberbio, calumniador?
Así, con esas
características y otras más terribles, los sucesos del pasado nos cuentan las
atrocidades cometidas por Calígula y Nerón, contemporáneos de Pablo, los clérigos
de la “Santa” Inquisición, Stalin, Hitler y su horda de nazis genocidas, el
sionismo, el franquismo, el Estado Islámico…y más cercanos en tiempo con
nuestra realidad mexicana y latinoamericana: Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Pinochet,
Videla, y muchos más asesinos y criminales anónimos y conocidos en el
recorrido humano sobre la tierra.
No es el
propósito de este escrito hacer una lista exhaustiva de esa sangrienta línea
del tiempo y sus perpetradores. Es evidente que estos hombres descritos por
Pablo no sólo aparecerían en los “postreros días”. Han estado presentes en cada
momento de la Historia de la Humanidad.
Sin embargo, ¿qué
hace diferente a estos tiempos, estos
inicios del siglo XXI, en relación a todo ese periplo macabro apenas esbozado
en estos renglones, y con la advertencia de Pablo a Timoteo en los versículos arriba mencionados?
Propongo que
la diferencia es la codicia…en
extremo. Pero también la codicia, y
en extremo, ha estado insertada en lo profundo
del corazón y la mente de los seres humanos desde siempre. ¿Entonces?
En la
definición de “codicia” está implícita su característica “extrema” por el deseo
desmedido, excesivo, de bienes y riquezas. Pero para los propósitos de este artículo, uso
el término “extremo” para señalar la situación límite a la que puede empujar la
codicia a la humanidad en estos inicios del siglo XXI.
El jesuita
brasileño Elio Gasda, al final de la primera jornada del III Congreso Continental de Teología Latinoamericana y
Caribeña, organizado por Amerindia y la Maestría en
Teología Latinoamericana de la UCA que se realizó en El Salvador entre el 30 de
agosto y el 2 de septiembre de 2018, resalta el carácter “extremo” de algunas
de las amenazas de estos tiempos.
En su
intervención ofreció diez claves para comprender la coyuntura latinoamericana y
caribeña, que claramente se pueden hacer extensivas a nivel mundial. En cinco
de sus diez claves menciona la palabra “extremo” en los títulos de cada punto: “Capitalismo de extremos”, “Sociedad-mercado llevada al extremo”,
“Desigualdad extrema”, “Explotación
extrema del trabajo” y “Estado de
excepción extrema impuesto a los pobres”.
Gasda resume estos puntos de esta manera: “La sociedad de mercado lleva al extremo y
el capital financiero controla el poder. De este modo, existe una
concentración extrema del capital y, por tanto, una desigualdad extrema.
Los extremos también ser reflejan en la explotación extrema del trabajo, en la
corrupción extrema de la justicia y en el Estado de excepción extremo impuesto
a los pobres”.
El elemento de la codicia en sus
planteamientos está sobreentendido cuando cita Evangelli Gaudium: “Se instaura una nueva tiranía invisible que impone de forma implacable
sus leyes. Los intereses del mercado
divinizado se transforman en regla absoluta’ (EG, 54)”. También cuando dice:
“Característica central del capitalismo
es la concentración de riquezas. La distancia entre ricos y pobres está
llegando a nuevos extremos. Sólo ocho hombres tienen la misma riqueza que
3.600 millones de personas”.
Además señala
el carácter cruel e inhumano de esta
forma de acumulación: “La
criminalización de la pobreza refuerza el estigma de que estos individuos deben
ser tratados como sin derechos. El Estado tiene carta blanca para ejercer
su brutalidad, practicar la tortura y la pena de muerte. La cultura del
descarte es real”. (amerindiaenlared.org, 30/08/2018)
La escritora Patricia
Posner en su libro “El farmacéutico de
Auschwitz” (Editorial Planeta, 2017) narra la “historia del hombre más cruel del nazismo”, Víctor Capesius, “quien
hurgaba en los cadáveres de los judíos en busca de empastes de oro, y llevado
por la codicia, arrastraba pesadas
maletas del metal precioso extraído a miles de víctimas”. Este testimonio
es sólo un botón de muestra en la larga lista de crímenes que vinculan la codicia
con la brutalidad de regímenes y personas despiadadas en el transcurso de la
historia. En la mayoría de las
ocasiones, la codicia puede impulsar
a que se realicen vilezas para obtener aquello que se desea desmedidamente.
Por supuesto,
en el nazismo había metas “más altas”. Eran conseguir el poder y el control
total de sociedades y países, empezando por Europa. Pero también la limpieza
étnica arrasando pueblos y personas, para los nazis, “indeseables”, como gitanos, homosexuales y
comunidades no arias, entre otras. El propósito de la “solución final” contra
los judíos, no sólo era exterminarlos sino
además expropiar sus bienes, y lo realizado por Víctor Capesius sólo
ilustra uno de los diferentes métodos del nazismo, realizado por aquel con suma
crueldad y llevado por su codicia,
para hacerse de grandes cantidades de oro…al que le llamaron el “oro de la
muerte”.
Según el activista
y analista político uruguayo, Raúl Zibechi, a partir de la Segunda Guerra
Mundial el objetivo bélico fue atacar núcleos poblacionales, a diferencia
apenas de la Primera Guerra Mundial (y hacia atrás), donde las batallas principalmente
eran entre ejércitos nacionales, relativamente lejos de las ciudades y pueblos.
Zibechi dice que la propia lógica militar, ya más claramente descarada
en la segunda mitad del siglo XX, es despejar el campo de población para
hacerse con los bienes comunes. “Para
despojar/robar, es necesario quitar del medio a esa gente tan molesta”.
En otras
palabras, allegarse de la riqueza de los pueblos haciendo uso del binomio codicia/brutalidad, como práctica
“necesaria” de los detentadores (el 1 por ciento de la población) de las
ganancias del capitalismo por razón de su
propia “sobrevivencia”, ergo, en
detrimento y exterminio de todos los demás: nosotros/as, considerados
“sobrantes”…descartables.
Zibechi
titula su artículo “Acumulación por
exterminio” (La Jornada, 08 de julio 2016), y dice en
uno de sus párrafos: “El capitalismo no es una economía, es un sistema que incluye una
economía capitalista. En su etapa actual, el modelo extractivo o de acumulación por robo no se reduce a una
economía, sino a un sistema que funciona (desde las instituciones hasta la
cultura) como una guerra contra los
pueblos, como un modo de exterminio o de acumulación por exterminio”.
Como
sabemos, no sólo los nazis llevaron a sus crueles extremos esta lógica de
“acumulación por exterminio”, sino, trágicamente, está sangrienta combinación codicia/brutalidad se está exacerbando también
en estos inicios del siglo XXI. Bien podemos decir que el término “Acumulación”, y sobre todo acumulación por desposesión o despojo, utilizado,
entre otros especialistas, por el geógrafo y antropólogo inglés David Harvey,
se está generalizando en nuestros tiempos.
¿Qué es la acumulación sino codicia en extremo?
Por la codicia, definida por diccionarios
simplemente como “deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes o riquezas” (y
su resultado evidente, la acumulación), la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus
siglas en inglés) en Estados Unidos no se inmuta ante los continuos episodios
de violencia armada en centros escolares, iglesias y espacios diversos donde
“locos”, con la posibilidad de comprar armas fácil y libremente, disparan y
asesinan, a veces con motivos racistas, en otras sin ninguna razón,
indiscriminadamente a hombres, mujeres, niños, ancianos y a quien tengan
enfrente.
Ponen como
pretexto la famosa “segunda enmienda”, con una antigüedad de más de 200 años,
para afirmar que la Constitución de los Estados Unidos de América (E.U.A) avala que los ciudadanos norteamericanos posean
armas para su legítima defensa. Es claro que resulta increíble que para
“defenderse” puedan, sin mucho esfuerzo, adquirir armas de alto calibre, como metralletas,
que disparan ráfagas de municiones… y esto
difícilmente se justifica para uso de
“legítima defensa”.
En las últimas
y penosas masacres en noviembre de 2017 en una iglesia bautista de Texas, y en
una escuela en Parkland, Florida, en febrero de este año, en el día del “Amor y
la Amistad” para ser precisos, Donald Trump volvió a escupir sus improperios aduciendo que
la culpa es de los “locos” y no de las armas. No dice, por supuesto, que si los
locos no pueden adquirir esas metralletas y rifles, y de alto poder, pudiera
disminuir significativamente el número de sucesos mortales con armas de fuego. Insiste
en ver el problema de los ataques armados a personas y grupos vulnerables como
una situación casi exclusivamente de salud mental.
De hecho, Trump “criticó a los legisladores por temer demasiado a la NRA” (La
Jornada, 01 de marzo de 2018). Un dato puede confirmar, además de
otras razones de “pesos”, porqué Trump defiende tanto a la NRA. Esta
organización apoyó con 31 millones dólares la campaña presidencial del hombre
anaranjado. Pero Trump no ha sido el único político estadounidense que se ha
beneficiado de la industria de las armas.
El sociólogo norteamericano James
Petras comenta en un artículo titulado Economía política de las masacres: “Los dirigentes políticos utilizan la economía que se
mueve alrededor de las armas para financiar sus campañas electorales. Los
políticos ven con buenos ojos las guerras, la industria armamentística y las
asociaciones pro-armas, con lo que perpetúan las condiciones para que se
produzcan las masacres. (rebelión.org, 15 de marzo 2018)
Es
incuestionable que detrás de esa negativa
a ultranza para modificar o atemperar las leyes sobre posesión de armas
en el vecino del norte, es porque su venta es y seguirá siendo un jugoso
negocio, no sólo para los fabricantes de armas, sino también para el gobierno
norteamericano y la NRA: nunca querrán sacrificar sus ganancias, prefieren
sacrificar a seres humanos. En el mismo
ensayo comentado líneas arriba, James
Petras lo denuncia de manera muy objetiva: “Las armas que se utilizan en las masacres son un
negocio muy lucrativo. Los fabricantes, vendedores al por mayor, vendedores al
por menor y clubs de armas así como las instituciones policiales y militares
prosperan en este mercado libre del asesinato”.
Y esto resulta
tan claramente evidente, que después del mortal tiroteo a la escuela de
Parkland, Donald Trump sugirió que se armaran a los maestros como una
alternativa para “evitar” hechos sangrientos. Y rápidamente, en poco más de dos
semanas, secundando esta propuesta y con tremenda insensibilidad, la respuesta del
Senado de Florida fue que “votó a favor de una medida para armar a algunos
maestros, semanas después de que 17 personas murieran en el tiroteo más
sangriento en una escuela en la historia de Estados Unidos” (La Jornada, 04 de marzo 2018). Y si van a armar a
“algunos” maestros, “alguien” tendrá que comprar esas armas para
“equiparlos”…el negocio se percibe atractivo…
Por tanto, la codicia determina sus decisiones, caiga quien caiga, sin ningún
tipo de escrúpulos, ni sentimiento de humanidad y compasión por las personas
víctimas de crímenes arteros y fatales; manifestando algunas de las características
señaladas por Pablo: avaros, crueles,
sin afecto natural, implacables, infatuados… Es cierto que no es sólo la codicia, el desmedido afán de poseer
bienes y dinero quien dicta sus cálculos,
sino también, una especie de “instinto” de sobrevivencia, como ya hemos
señalado, del sistema capitalista para seguir detentando poder y privilegios de
clase.
La codicia y el neoliberalismo
A raíz de que
en la década de los setenta del siglo pasado con la crisis del petróleo, y
otras variables económicas negativas, en
aquellos días disminuyera el margen de ganancias de los grandes plutócratas, se
empezaron a diseñar estrategias que pudieran devolverles sus estratosféricos
diferenciales (¿por codicia?). Poco
después, al inicio de los ochentas con Ronald Reagan en E.U.A y Margaret
Thatcher en el Reino Unido, se profundizaron las privatizaciones,
desregulaciones, el congelamiento de salarios, el declive del sindicalismo y
otros sesgos financieros, que dieron por resultado a una nueva era que los
economistas empezaron a llamar “neoliberalismo”.
Esta fase, a
la que indistintamente algunos le nombran también como “capitalismo salvaje”, es lo que comienza a ser diferente de esta codicia a la que había existido
siempre. Su exacerbación, su
generalización y su ahondamiento…su mundialización. Desde las primeras manifestaciones
antiglobalización en Seattle, E.U.A, en 1999 hasta la fecha, el clamor popular
es contra el crecimiento de la brecha entre pobres y ricos.
En la década
del 2000, en las distintas manifestaciones altermundistas (término que según sus
militantes explicaba mejor sus propuestas) que siguieron, se empezó a
evidenciar que 1% de la población mundial se apropiaba del mayor porcentaje de
riqueza, llamando la atención carteles de denuncia en las marchas y mítines que
decían “somos el 99% “.
Durante todos
estos años, desde los setenta, pero principalmente en los noventa, se estuvo
preparando el terreno para la gran crisis financiera del 2007-2008. Como
sabemos, esta debacle económica y financiera se debió principal, pero no
únicamente, a las llamadas hipotecas subprime, o hipotecas basura. “Una hipoteca subprime es una modalidad
crediticia que se caracteriza por tener un nivel de riesgo superior a otros
préstamos que ofrecen las instituciones bancarias, ya que se dedican a otorgar
créditos hipotecarios a personas que
presentan un alto riesgo, por esa razón, las empresas subprime aseguran su
inversión por medio de altos intereses o del embargo de la propiedad que
implica la hipoteca” (www.finanzaspracticas.com.co).
Los
funcionarios bancarios que se dedicaron alegremente, sobre todo en E.U.A., a otorgar créditos subprime a personas con dudoso historial crediticio,
sin ingresos estables o comprobables y beneficiándose
de las desregulaciones bancarias y financieras promovidas la década anterior, provocaron
que surgiera un boom de esas hipotecas donde las ganancias, enormes, eran
producto de los altos intereses que cobraban a los ingenuos y ambiciosos “favorecidos”
de esos créditos que representaban hasta el 120 por ciento, dependiendo de la
institución que los otorgaba, del valor
de las viviendas. El problema fue que cuando todas esas personas dejaron de
pagar sus préstamos, simplemente porque vivían una ficción que contrastaba con la
realidad de sus ingresos, se fue creando una burbuja que reventó en septiembre
del 2008 con la quiebra del banco Lehman Brothers.
Por supuesto,
en el tiempo del auge de esas operaciones financieras y bancarias, mucha gente
sin escrúpulos se hizo millonaria a sabiendas de que dichos empréstitos eran de alto riesgo: … y realmente no les
importó. Pues en testimonios posteriores de los beneficiados con esas prácticas
financieras, simplemente, con todo el
descaro del mundo, decían que era una forma de hacer negocio muy redituable donde
el margen de ganancia era alto y de rápido retorno. Una transa-acción donde no
perdían, pues si no obtenían el dinero
en metálico, siempre podían expropiar las casas y los bienes de los
insolventes.
Además el
mercado estaba desregulado y avalado por los propios bancos y las firmas
calificadoras de servicios financieros como Standard and Poor’s, Goldman Sachs y otras; todos los magos de Wall Street se
estaban enriqueciendo con el gran comercio de las hipotecas subprime.
Lo que sucedió
después, la quiebra y la pérdida de las propiedades de sinnúmero de personas y los desahucios en muchos países,
fueron la consecuencia de que individuos voraces y groseramente codiciosos se aprovecharon de esta
modalidad de capitalismo salvaje y depredador, que en los hechos provocó el
empobrecimiento de miles de familias; mientras
que muchos altos funcionarios bancarios siguieron recibiendo sus abundantes
bonos, y tampoco a muchos de ellos les
alcanzó el “brazo de la justicia”. Para los que perdieron en esta aventura codiciosa les sucedió lo del proverbio
bíblico: “Los bienes que se adquieren de
prisa al principio, no serán al final bendecidos” (Pr. 20:21).
La codicia,
como se dijo, habita en el corazón del hombre desde siempre y en estos inicios
del siglo XXI se está globalizando y afectando a cada ser vivo sobre la tierra
y ahora, además, estamos devorando los recursos del planeta de tal manera, que según
lo comenta Leonardo Boff: “El día 2 de agosto de 2017 sucedió un hecho
preocupante para la humanidad y para cada ser humano individualmente. Fue el
día anual de la “Sobrecarga de la Tierra” (Overshoot Day). Es decir: fue el día
en que gastamos todos los bienes y servicios naturales, básicos para sustentar
la vida. Estábamos en verde y ahora entramos en números rojos, o sea, en un
cheque sin fondos. Lo que gastemos de aquí en adelante será violentamente
arrancado a la Tierra para atender las indispensables demandas humanas y, lo
que es peor, para mantener el nivel de
consumo perdulario de los países ricos”.
https://leonardoboff.wordpress.com/2017/08/14/la-tierra-en-numeros-rojos-el-ser-humano-satan-de-la-tierra/
¿De cuántos proyectos mundiales codiciosos podemos hablar en estos días? ¿De la devastación de las
selvas del Amazonas, de Indonesia, de la Lacandona y de tantas otras donde se
arrasa con los bosques tropicales? El nivel de consumo perdulario de los países
ricos, que menciona Boff, es a lo que podemos identificar
como codicia, y que podemos constatar con un caso en México con la
siguiente denuncia hecha por el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura
Sostenible (CCMSS):
“Las
concesiones mineras –con apoyo del Gobierno– amenazan el manejo forestal
sostenible de los bosques y selvas en México y la situación genera problemas ambientales y sociales en las
comunidades. El
informe en el que participaron los investigadores del CCMSS Sergio Madrid
Zubirán, Marcela Ximena Ortiz Aranda y Ariadna Ortega, con información de
Cartocrítica, revela que en el país hay 895 proyectos mineros de los
cuales el 44 por ciento se encuentran en áreas cubiertas por vegetación
forestal, es decir, los aproximadamente 390 que están dentro de los bosques ya
se encuentran en fase de exploración, desarrollo o explotación, explicó Ortiz.
Los bosques son los más afectados, ya que representan el 58 por ciento de la
superficie forestal concesionada y los estados en los que se refleja el mayor daño son Jalisco, Chihuahua,
Durango, Sonora, y Sinaloa, que en conjunto suman 8.4 millones de hectáreas.
(Ivette Lira, Sin Embargo.mx, 17 noviembre de 2017)
Los investigadores hablan de “daño”,
“afectaciones”, “explotación”, “amenaza al manejo forestal sostenible de bosque
y selvas”. Esto debido a la actividad minera en concesiones hechas por el
gobierno mexicano, principal pero no únicamente, a empresas canadienses. La finalidad por
antonomasia del capitalismo, ilustrada por el modelo de la economía extractiva,
es el interés económico, el provecho material, la ganancia monetaria. En el
caso de las actividades mineras en México, no parece que les importe mucho el daño ambiental y social que pueden
provocar en muchas comunidades, si con eso pueden obtener buenos y lucrativos dividendos…usufructuados
sólo por las compañías mineras y quienes otorgaron las concesiones.
La
espiritualidad, la ética y la crisis medioambiental
El Papa Francisco se dirigió a los
organizadores de la Conferencia de la ONU sobre cambio climático (COP23) en
Bonn, en noviembre del 2017, con estas palabras. "No se puede limitar el desafío medioambiental solo a
la dimensión económica y tecnológica: las soluciones técnicas son
necesarias pero no suficientes, es esencial y necesario tener en consideración
atentamente también los aspectos y los impactos
éticos y sociales del nuevo paradigma de desarrollo y de progreso a corto,
medio y largo plazo" (Cameron
Doody, Religión Digital, 16 de noviembre de 2017).
El Patriarca Ecuménico de
Constantinopla, Bartolomé, en mensaje igualmente a la COP23, denuncia
que "aunque tantas personas
consideran el cambio climático como una de las crisis más grandes a las que la
humanidad se ha enfrentado, hay
mucha resistencia a cambiar nuestros hábitos destructivos del medio
ambiente. Algunos continúan pasando por
alto los signos de los
tiempos con un derretimiento del hielo sin precedentes, patrones de tiempo extremos y un impacto devastador sobre la pobreza mundial (Ídem).
Tanto Francisco como Bartolomé
enfatizan los impactos éticos y sociales
del nuevo paradigma del desarrollo, devastadores sobre la pobreza mundial,
relacionándolos con los “hábitos
destructivos del medio ambiente”. Pero no son sólo “hábitos destructivos”. En
declaración conjunta y ecuménica, ambos jerarcas en el contexto de la Jornada de
Oración por el Cuidado de la Creación de septiembre del año pasado, son mucho
más concretos sobre las causas y las consecuencias de los deterioros
ambientales:
“La historia del mundo presenta (…) un escenario moralmente decadente donde nuestra actitud y
comportamiento hacia la creación oscurece nuestra vocación como cooperadores de
Dios. Nuestra propensión a interrumpir los delicados y equilibrados ecosistemas
del mundo, nuestro deseo insaciable
de manipular y controlar los recursos limitados del planeta, y nuestra codicia ilimitada de ganancias en
los mercados, todo esto nos ha alejado del sentido original de la creación.
No respetamos ya la naturaleza como un regalo compartido; por el contrario, la consideramos una posesión privada. Ya
no nos relacionamos con la naturaleza para sostenerla, sino que la dominamos
para sostener nuestras propias invenciones”.
Las
consecuencias de esta cosmovisión alternativa son trágicas y duraderas. El
medioambiente humano y el de la naturaleza se están deteriorando juntos, y este
deterioro del planeta recae sobre las
personas más vulnerables. El impacto del cambio climático afecta, ante todo
y más que nada, a los que viven en la
pobreza en todos los rincones del mundo (Aciprensa.com., 01
de septiembre de 2017).
De la misma manera, los participantes de la Quinta Conferencia Internacional Sobre
Teología Ecológica Y Ética Medioambiental (ECOTHEE-17), organizada por el Consejo
Mundial de Iglesias, que tuvo lugar en la Academia Ortodoxa de Creta en Kolympari, del 23 al
27 de agosto de 2017, “pusieron de
relieve cómo las amenazas continúan minando la biodiversidad, cómo la avaricia sin límites ha
conducido al agotamiento de los recursos naturales y a la pobreza, cómo las
especies continúan desapareciendo, y cómo el aumento de la fuerza y de la
frecuencia de las sequías, las inundaciones y los huracanes, así como el
aumento de la temperatura media global y de las emisiones de CO2,
reflejan la realidad del cambio climático. (Oikoumene.org, 02 de noviembre
de 2017).
Hemos puntualizado que usamos el término
“extremo” para señalar la situación límite a la que puede empujar la codicia a
la humanidad en estos inicios del siglo XXI. Hablamos de estar acercándonos como especie
humana, y de hecho toda forma de vida en el globo terráqueo, al filo de la navaja. Es una frontera, un
borde que si se traspasa, puede llevarnos al colapso: ambiental, económico,
social…en sentido amplio, civilizatorio. La Humanidad ha atravesado múltiples
crisis en su recorrido en la historia,
pero nunca antes la totalidad del planeta estaba ante un riesgo de tal magnitud.
Es esta particularidad lo que hace diferente esta codicia en extremo, a la “codicia” de cualquier otro tiempo.
El Colapso de la Ética
La codicia evidentemente es
un problema ético. En el simposio Los acosos de la civilización,
de muro a muro, de mediados de noviembre de 2017 en la sala Nezahualcóyotl
de la Ciudad de México, Noam
Chomsky, Mario Molina, Dan Schrag, Lawrence Krauss, Alicia Bárcenas y Richard
Somerville –todos ellos destacados científicos y especialistas en cuestiones
climáticas, ambientales y sus
repercusiones sociopolíticas y económicas-
coincidieron en afirmar: “enfrentar
el problema del calentamiento global, relacionado con los modelos actuales de consumo de combustibles fósiles, no es un
asunto ideológico o político. Es una
cuestión ética y moral”.
Chomsky, en el
mismo simposio dice: “El país más
poderoso del mundo ha decidido avanzar en el camino de la destrucción del medio
ambiente. Su meta es alcanzar en 2025 el
nivel más alto de producción de petróleo en la historia, según un informe
de la Asociación Internacional de Energía” (La Jornada, p. 22, 17 de noviembre
de 2017).
Hay que subrayar
que estos renombrados expertos ponen de relieve que el “actual modelo de
consumo de combustibles fósiles” “basado en alcanzar la más alta producción de
petróleo”, (que por supuesto nos habla de la codicia de las ganancias que resultan del consumo susodicho), es una cuestión ética y moral, y, por
supuesto, comprobamos que no es un asunto que sólo al “sector religioso” le interesa. Pero citando nuevamente a un representante del sector
religioso, el Papa Francisco habla también de los impactos éticos y sociales y de escenarios moralmente decadentes provocadores de la pobreza
mundial y de actitudes y comportamientos que dañan y destruyen la Creación.
Los
sujetos mencionados por Pablo en 2 Timoteo 3:1-5, son claros ejemplos de personas
con conductas que podemos calificar de inmorales. No hablamos de la “moral
burguesa”, que según la define Fernando Buen Abad Domínguez en su artículo ¿A
quién le interesa la moral? (Rebelión.org,
24 de julio de 2017) “no es más que la
inmoralidad misma del capitalismo”.
Esa “moral”, dice este autor, “mira (…) a la clase trabajadora como seres de otra
dimensión, como enemigos del “orden”, del “respeto” y del “bien común” urbano o
rural. Las luchas sociales son “engendros del demonio”, perversiones del
averno, amenaza contra la “paz” y las “buenas costumbres” burguesas y, sobre
todo, enemigas del “orden establecido”. La sacrosanta (inexistente) civilidad
entre hermanos citadinos es amenazada por la barbarie de la lucha proletaria y
eso indigna a los “ciudadanos” guardianes de la moral burguesa”.
¿Qué
moral podemos encontrar en personas que, por nuevamente ejemplificar, cuando la
organización People for the Ethical Treatment of Animals (Personas por el Trato Ético a los Animales, PETA
por sus siglas en inglés) denuncia que trabajadores de Bio Corporation, una empresa de Minnesota que
vende animales destinados para disecciones en aulas, mataron a animales en
formas horribles. Trabajadores ahogaron a palomas (que habían estado hacinadas
en jaulas) en tinas de agua e inyectaron a cangrejos vivos con látex líquido.
Los trabajadores también comentaron que tortugas conscientes fueron congeladas
hasta morir” (Petalatino.com)
Después de leer y corroborar las fuentes, nos horrorizamos de este hecho
en el que esta empresa, llevada por la
codicia, pues Bio Corporation vende
animales y por tanto su finalidad es la ganancia, que el manejo cruel y bárbaro
infligido a los animales sí se llevó a
cabo (pues hay videos que lo comprueban) y se puede calificar, por supuesto, de
inmoral, y que un posible “trato ético” a los animales no figura
en su escala de valores, impensado y contrario
a sus afanes de lucro.
Colapsos éticos que
producen colapsos civilizatorios
El 11 de septiembre de 2001 los habitantes de este planeta fuimos
testigos (millones a través de la TV) del colapso
de las Torres Gemelas de Nueva York que fueron impactadas por aeronaves
comerciales en un supuesto atentado de radicales islamistas. Aun se debate (a
pesar del desprestigio de las “Teorías de la Conspiración”) si fueron en verdad
quienes el gobierno de los E.U.A (siendo presidente de esa nación, en ese
momento, George Bush hijo), dijo que habían sido, o fue un “auto atentado” que buscaba el pretexto ideal
para dictar lo que sería en los años venideros el “Nuevo Orden Mundial”, y construir en el imaginario público nacional
(en el caso de los E.U.A) e internacional al terrible enemigo que pudiera
sustituir a los viejos y “vencidos” comunistas: el terrorismo islámico.
En abril de 2013 tuve la oportunidad de escuchar en un encuentro de una
organización ecuménica en Cuernavaca, México, a un ministro anglicano que con
rostro grave, palabras preocupadas y que con un notorio sentido de urgencia, alertaba
a su audiencia sobre lo que él y otros teólogos estaban identificando como el “signo
de los tiempos”: Políticos -sea mandatarios o representantes en congresos
legislativos-, empresarios, banqueros, militares, cúpulas religiosas, dueños de
medios de comunicación, y, por supuesto, crimen organizado coludido, y de
hecho, totalmente imbricado, con los plutócratas, gobernantes y demás oligarcas
que forman parte de ese 1 por ciento de la población mundial… están actuando
desde hace años con total insolencia y cinismo en la consecución de sus propios
intereses, a fin de que éstos prevalezcan sobre el grueso de la población, así
tengan que eliminar a todo aquel que se interponga en su camino.
Cierto, esto ha sucedido en cada época
de la Historia de la Humanidad, pero, repito, la diferencia en estos
tiempos de inicios del siglo XXI es su generalización, su globalización, su
inhumanidad con altos índices de crueldad y barbarie exacerbada; y codicia y avaricia a tal extremo que como
especie estamos al borde del colapso civilizatorio que nos puede llevar a la
extinción.
Este teólogo, que además tiene un doctorado en psicología, citó casi los
mismos adjetivos que usó Pablo en el pasaje que comienza este ensayo, para
referirse a los actuales depredadores mundiales, con algunos añadidos:
Perversos, brutales, sádicos…homicidas. El hombre pervertido del siglo XXI,
como un símil aciago de aquella emblemática canción del grupo de rock progresivo King Crimson de fines
de los sesenta del siglo pasado. “El Hombre Esquizoide del Siglo XXI”.
Estamos asistiendo al colapso de la ética, donde este término cada vez
menos tiene relevancia o atempera los apetitos saqueadores de los poderosos de
la tierra. En el caso del atentado a las torres gemelas de Nueva York, es una
hipótesis en verdad muy difícil de demostrar que una mente o mentes pervertidas,
desde el gobierno de los E.U.A. de aquel entonces, sin ya ningún freno moral o responsabilidad
ética, hayan planeado y ejecutado tal acto de bestialidad suprema.
Sin embargo, ejemplos recientes de este
salvajismo sin límites, evidencias de nuestros valores éticos y morales
colapsados, pudiéramos muy lamentablemente señalar. Aquí algunos riesgos globales
y otras tenebrosas realidades. El analista político John Saxe-Fernández en un
artículo que tituló “2017: lamentoso
año” escribe: “Desde lo local, nacional a lo internacional
y planetario, terremotos incluidos, fue un annus horribilis. Como nunca desde octubre de 1962 estamos
todavía más cerca de una guerra nuclear. En 2017 el totalitarismo asomó su fea
faz hitleriana cuando Trump, desde la Asamblea General, amenazó con su
total destrucción a una nación asiática integrante de ese cuerpo, haciendo
añicos la Carta de la ONU” (La
Jornada, 21 de diciembre de 2017).
Para matizar (¿o confirmar?) este
asunto del amago nuclear, Guillermo Almeyra opina que: “Trump es impredecible, su gobierno es cada día
diferente y ayer amenazaba a Corea del Norte con una guerra nuclear que la
devastaría y poco después propone reunirse con el déspota oriental que gobierna
ese país para quizás cambiar de opinión en pocas horas. Con un energúmeno
semejante, la primera potencia militar mundial camina sobre el filo de la
navaja y hay un serio riesgo de un desastre nuclear que borre de la superficie
del planeta las zonas más industrializadas y las más viejas culturas y
provoque, al mismo tiempo, una catástrofe ecológica que haga retroceder muchos
siglos el nivel de civilización” (La Jornada, 18 de marzo 2018).
Carlos
Soledad dice: “Sobran muestras de que el
proyecto de modernidad capitalista impuesto por la civilización occidental nos
arrastra peligrosamente al colapso
planetario. Vivimos una crisis sistémica integral, cuyas guerras,
refugiados y cambio climático son los elementos más dramáticos” (Ante la crisis civilizatoria: La hora de los pueblos, Rebelión.org,
11 de septiembre de 2017).
Igualmente, Arsinoé
Orihuela, pero refiriéndose específicamente a nuestra vida ordinaria mexicana, reseña.
“México está al borde del colapso humano. Esta verdad inexorable
prologa las elecciones federales de 2018. Y no es catastrofismo infundado: los
indicadores de seguridad, justicia y derechos humanos dan cuenta de una
tragedia humanitaria en curso: 200 mil homicidios en 10 años de guerra; 32 mil
desaparecidos (organismos civiles estiman que la cifra asciende a 60 mil); 2
millones de personas desplazadas territorialmente por la violencia; 110
periodistas asesinados desde el año 2000 hasta la fecha; un repunte de 700% en
materia de secuestros (ninguna familia en México se salva de este delito
lacerante); feminicidios al alza (con especial virulencia en el Estado de
México, actualmente base operativa de los poderes federales); pobreza galopante
(55.3 millones de pobres, de acuerdo con el Coneval); y una militarización sin
freno de la vida pública (las quejas presentadas por violaciones a los derechos
humanos por parte de militares se han incrementado en un 1000 por ciento ).
Pero nadie en los circuitos de arriba parece estar intranquilo por esta calamidad
o siquiera dispuesto a nombrarla. México es un holocausto sin relato ni
reconocimiento oficial”
(México
2018: la izquierda se levanta, La digna
voz 16 de septiembre 2017; rebelión.org
18 de septiembre 2017).
Siguiendo estas apretadas
confirmaciones de las advertencias ante estos colapsos civilizatorios,
nuevamente John Saxe-Fernández declara: “En
medio de huracanes en Houston, Texas,
el Caribe (Cuba y Florida) e inmensos incendios forestales en el estado de Washington
en el noroeste de Estados Unidos, catástrofes climáticas de dimensiones y
fuerza jamás registradas, según dicen los meteorólogos y climatólogos
oficiales y no-oficiales, se acumula el rechazo, condena y abyección ante los
negacionistas de este mundo de parte de las generaciones de hoy, mañana y de
los siglos por venir. Esos hechos son sólo atisbos, barruntos, del colapso climático antropogénico en
curso y de lo que a todas luces son impactos planetarios de la acumulación
capitalista que, sin la urgente regulación doméstica y mundial de los gases de
efecto invernadero que aceleran el calentamiento global, aumentan su intensidad
y frecuencia (Torrente imperialista
II: catástrofe civilizatoria, La Jornada, 14 de septiembre de 2017).
En esto que escribe
Saxe-Fernández es también en referencia al libro “Chevron: paradigma de la catástrofe civilizatoria”, coordinado
por Ana Esther Ceceña y Raúl Ornelas, publicado por la UNAM, donde relata que “la
naturaleza y el modus
operandi de Chevron, una de las grandes fieras corporativas que
desatan sobre el territorio nacional (hablando de México) esa mezcla de codicia,
entreguismo, suprema merma constitucional y torpeza geoestratégica, de los
gobiernos que padece la nación desde 1982” (Ibídem).
La
codicia…aludida una vez más como
elemento constitutivo de los ingredientes infaltables en los colapsos éticos y
civilizatorios actuales y por venir. Javier Sicilia remata. “A lo largo de mis columnas
de Proceso no he dejado de señalar que vivimos una crisis civilizatoria, es
decir, el colapso de las instituciones que un día rigieron el orden político de
la sociedad (Tránsito en el vacío, Proceso,
15 de octubre 2017). Esto que menciona Sicilia se ilustra de manera patética en
las consecuencias de los pasados sismos
del 7 y 19 de septiembre de 2017, donde Iglesias por la Paz, un movimiento
ecuménico iniciado en 2011 en la Ciudad de México, dio a conocer su postura sobre estos amargos
sucesos en conferencia de prensa, a través de un pronunciamiento público en noviembre de 2017:
“Conscientes de la tragedia que vivimos en
México, pero también de la solidaridad ciudadana que se ha desbordado en
nuestro país, nos vemos en la responsabilidad de hacer un llamado a la reflexión ética sobre los recientes
acontecimientos:
Si bien es
cierto que la fuerza de la naturaleza rebasa la capacidad humana, no podemos
dejar de cuestionarnos sobre la responsabilidad en las consecuencias,
preguntándonos: ¿Cómo es posible que en la Ciudad de México edificios más
antiguos hayan resistido el sismo mejor que otros de reciente construcción?
¿Por qué un sismo diez veces menor al de 1985 arrebata la vida a niñas y niños
que se encontraban en planteles escolares que habían sido recientemente
aprobados para funcionar, por peritajes de protección civil? ¿Acaso el negocio
inmobiliario está por encima de la vida humana?
Si tenemos
que reconocer el colapso de más de cuarenta edificios en la CDMX e incontables
en diversas regiones del país, también hay que evidenciar y denunciar:
1) El colapso inmobiliario por la corrupción y
gentrificación.
2) El colapso de los principales medios
informativos por su falta de credibilidad e insensibilidad ante la tragedia
nacional.
3) El colapso de un modelo económico que atenta
contra mujeres y hombres trabajadores.
4) El colapso de una clase política que
gobierna en beneficio propio y en contra del bienestar de la ciudadanía.
5) El colapso del sistema gubernamental que en
todos los niveles se rige por intereses capitalistas y atenta contra la soberanía
y el bien común”.
En el caso de México y a pesar del
triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en las
elecciones del 1 de julio de este 2018, ciertamente signo de esperanza (habrá
que otorgarle el beneficio de la duda), el panorama presente y futuro parece bastante
pesimista y desolador: no hay mucho lugar para la confianza y la certidumbre de
cambios dramáticos para bien.
De todas formas hay paralelamente iniciativas,
también signos de los tiempos, de infinidad
de personas, y esto, obvio, no sólo en nuestro país sino en todo el planeta, que
luchan, porfían, resisten y conservan la “esperanza,
contra toda esperanza” (Ro. 4:18). Un ejército de mujeres, hombres, niñas, niños,
jóvenes, adultos mayores; no violento, amoroso, compasivo, solidario, cordial,
que persiste y persistirá y no cejará en sus anhelos e intentos de hacer de
este mundo “un mundo donde quepan muchos mundos”, como nos dice la consigna zapatista.
En una frase: recuperar el sentido de lo ÉTICO.
Para cerrar este ensayo con una nota
que nos hable de esta recuperación de la ética, transcribo un pensamiento de
Leonardo Boff sobre su concepto de la “razón sensible y cordial”, en su
participación en un Encuentro llamado “Vida,
ecología y política” entre
el mismo Boff, Enrique Dussel y Javier Riojas el 23 de mayo de 2016 en la Universidad
Pontificia de México:
“Lo que está en el corazón es el amor, la
esperanza, la solidaridad, la bondad…lo espiritual. Debemos ir al rescate de
los bienes espirituales, de la dimensión espiritual del ser humano. Rescatar los bienes espirituales implica
rescatar el amor, el trabajo cooperativo: desarrollar sobre todo “el capital
espiritual” y eso se traduce en desarrollar la compasión, el acompañamiento al
que sufre, la solidaridad, la misericordia, la fraternidad, la cooperación.
Esto nos da la capacidad de desarrollar la esperanza y es justo en esto en que
podemos tener esperanza: en vivir la sabiduría de la “sobriedad compartida”.
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